Una imagen elegante, atractiva, es reflejo de una sana autoestima, de una actitud transparente y una trayectoria de vida coherente entre lo que un dirigente piensa, dice y hace. Es lo que proyecta un líder digno de confianza.
Por esto, creo que la imagen o marca personal no debe verse como algo superficial, como algo que se logra por casualidad con sólo elegir lo que está de moda. Tampoco se alcanza una imagen de líder confiable a través de utilizar códigos de vestimenta laboral tradicionales, que antes de la pandemia se usaban para ir a una cita importante. Ahora más que nunca, en la era de la Transformación Digital Acelerada de la «Nueva Normalidad» y búsqueda del «Crecimiento Sostenible», se hace necesario proyectar una #MarcaPersonal de liderazgo de confianza como herramienta de comunicación no verbal (gestos), para brindar información VERDADERA personal (para evitar «fake news» sobre nuestra reputación).
Estemos conscientes o no de esto, nuestro atuendo, gestos; accesorios; forma de combinar los colores; manera de sentarse y pararse; la forma de sonreír o mirar; la limpieza, orden y armonía de las prendas; el perfume y el talle adecuado de lo que se lleva puesto cada día, transmiten mensajes acerca de nosotros, comenzando por el tipo de autoestima que se tiene.
Cabe entonces preguntarse: ¿Qué es la autoestima? Porque si la autovaloración que nos hacemos mismos es positiva, tenemos una autoestima sana o alta. Si la valoración de la imagen, habilidades y personalidad es negativa, estamos con autoestima mejorable o baja.
¿Cómo se forma la autoestima? La autoestima tiene que ver con la conversación interna con nosotros mismos. La voz interior se forma desde los padres, los cuidadores, maestros y familiares. Son quienes van dejando internamente un «podcast» o «audio» en el corazón con sus valoraciones, con sus palabras y acciones, ya sean positivas o negativas. Pero también tenemos el poder de elegir cambiar la narrativa interna hacia una más positiva en la conversación interna.
Se trata de empezar a tratarnos y hablarnos como si fuéramos nuestra mejor amiga o mejor amigo, porque la mente es poderosa. Si se tienen pensamientos positivos, se tendrá emociones y acciones positivas. Una alegoría sería con la nutrición del cuerpo: si damos comida «chatarra» en vez de nutritiva, ponemos en peligro la salud física. De igual manera, no damos de comer pensamientos e ideas tóxicas al cerebro (que es un órgano del alma), quejas, críticas, juicios duros; ver lo malo de todo; envidia… sino positivos: agradecimiento, amabilidad; sonrisas; lectura de buenos libros y novelas; palabras de admiración; alegrarse por los logros de los demás; consolar; dar excusas; no juzgar; aconsejar; acompañar a los necesitados; estudiar; admirar la naturaleza; cocinar; abrazar; paseos; etcétera.
La idea es preguntarnos si estamos a cargo y en control de lo que comunicamos con la propia imagen personal: si alguien quisiera saber cómo somos de verdad, ¿podría tener una idea bastante acertada e inicial con solo observar nuestra vestimenta, actitud y lenguaje corporal? ¿O, se puede confundir entre la manera en que me perciben y lo que soy en esencia?
Desde una mirada antropológica de las raíces humanistas detrás de quienes inspiran a otros convertirse en adeptos, ya sea para seguir un equipo deportivo, un proyecto de negocios o amigos, o simplemente para inspirar la creación de vínculos sólidos de pertenencia a una organización, la percepción que las personas tienen acerca de nosotros se convierte en una herramienta poderosa para transmitir mensajes.
Se puede impactar mejor a las audiencias si el mensaje verbal va acompañado por su correspondiente imagen y actitud de líder confiable, derivadas de realizar el trabajo con una actitud coherente o el deseo de hacer el trabajo bien hecho (con ética) y con sentido trascendente (el bien común o con un legado de servicio a la comunidad como motivación de fondo). El resultado será la construcción del prestigio profesional y una mayor influencia en los demás.
Columna de Opinión, La Prensa Gráfica, 2 de octubre de 2022