El corazón de un líder que sabe en quien confiar, parte 8

Ejercer un liderazgo positivo y eficaz incluye buscar y reconocer talentos con carácter definido, ética y preparación, quienes le brindarán a quien dirige un equipo el regalo de una amistad verdadera permitiéndole construir la mejor versión de sí mismo como líder humanista.

A pesar de que el valor de la amistad no está entre los elementos principales del perfil de un liderazgo integral que he venido comentando en las últimas columnas, considero que es uno de los valores más elevados que existe, tal como lo define el profesor Juan Fernando Selles, ya que es una virtud que unifica las otras competencias éticas y centrales para conseguir ser un líder integral: responsabilidad, prudencia, justicia, fortaleza, templanza y veracidad.

Continuando con las ideas que sobre el verdadero compañerismo escribió el pensador y filósofo Leonardo Polo, haciendo referencia a la amistad según Aristóteles y la gran tradición cristiana, ahora continuaremos sobre la amistad con sabor cristiano.

Cuando la amistad es verdadera y fundamentada en las virtudes humanas, se construye comunidad entre los pocos que hacen equipo: por ejemplo, una junta directiva de una empresa o de un departamento. «Cuando se gobierna en equipo no se dan las reclamaciones ni los agravios… como tampoco se dan la ambición, las falsificaciones cuando existe verdadera amistad.» Antonio Pérez López y Aristóteles en ‘Ética a Nicómaco’.

El hombre bueno es duro porque como tiene en cuenta el bien sabe actuar con confianza, decisión firme y seguridad para despachar a quien es una manzana podrida, para que no pudra al ciento… La explicación de la corrupción muchas veces está en no sacar es mala fruta. Un gobernante que funciona por el propio interés es completamente contrario a la justicia legal. En cuanto hay una menor señal de corrupción en un señor, aparte de denunciarlo a los tribunales, hay que sacarlo. Eso es más autoridad. No hacerlo es blandura.

Lo característico de los amigos es la confianza. No hay reservas en los amigos, se comunican. La veracidad es característica de la confianza y de la justicia. El líder ha de ser amigo de quienes le obedecen o sobre quienes gobierna. En estas amistades el intercambio de bienes es, naturalmente, desproporcional. Por eso también el hijo debe tener piedad con el padre y viceversa. La virtud de la piedad hay que conservarla. Aristóteles señala que en cualquier comunidad hay alguna clase de justicia y de amistad, y si no, la comunidad es imposible.

El cristianismo eleva la amistad natural porque se basa en el amor. Los primeros cristianos empezaron a vivir llenos de amor al prójimo, sabiendo que Dios es amor, y amándose, dice el historiador Tertuliano, asombraron a los paganos. El nuevo estilo de vida constataba con el sentido pagano de la amistad, el cual era exclusivista: amaba a amigos, y además a pocos amigos, y odiaba al enemigo, en cambio el cristianismo se proclamaba incluyente. En cambio, el evangelio de la caridad sorprendió porque llevaba consigo la hermandad de espíritu de acuerdo con la filiación divina. (…) Tomás de Aquino sostiene que la amistad es una virtud, pero también sostiene que no es exactamente lo mismo que la caridad.

Otra diferencia entre amistad natural y cristiana es que las virtudes aristotélicas tienden a la felicidad natural. En cambio, el cristiano persigue una más alta felicidad. La cual no es posible sin el respaldo del amor de caridad. Sin embargo, la caridad no puede dejar de lado la amistad, ante todo porque Jesucristo declaró a sus seguidores como sus amigos. Dice san Juan en el Evangelio, capítulo 15, versículos 15 y 16: «Os he llamado amigos.» Y en hebraísmo «os he llamado» quiere decir claramente que los discípulos eran tratados con entera confianza…

Hay que amar también a los enemigos. No cabe ser amigo de todos. Pero Jesús proclama que hay que tener caridad con todos. Ahora bien, si se prescinde por completo de la amistad, y se reduce el amor de los cristianos a la fraternidad, a la fraternidad, entonces se pierde la operatividad de la amistad. La doctrina cristiana es amar al prójimo como a uno mismo. O hay que amar a los demás como yo os he amado, que es todavía más alto. Sin embargo, sin amistad, la caridad se puede hacer bastante insulsa. Por lo tanto, hay que decir que la caridad cristiana va perfeccionada a la amistad humana.

Columna de Opinión, La Prensa Gráfica, 30 de enero 2022

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