Hay que poner apasionadamente el corazón en lo que uno hace, de tal forma que pueda ejercer un liderazgo inclusivo, abierto, amable, que capacite para alegrarse con los éxitos de los demás.
Proyectar la imagen de líder amable se contrapone con la de transmitir una actitud de liderazgo emponzoñado.
De igual forma, ser una «persona vitamina» se contrapone a ser un «individuo tóxico», que lo único que logra es sacar en la gente los peores sentimientos y las emociones negativas. Un liderazgo intoxicante engendra pesimismo, crítica, derrotismo y apela a las intrigas para obtener resultados. El líder tóxico deriva de no poder superar los traumas, conflictos y heridas del pasado. Es alguien que vive anclado en un pasado traumático y no consigue ser feliz porque la felicidad consiste en tener ilusión.
Por otro lado, elegir ser un «líder vitamina» involucra esforzarse por tener una mirada positiva, optimista y agradecida. Significa estar convencidos de que la felicidad implica enfocarse en el «vaso medio lleno» y no en encontrar el lado malo de las situaciones y de las personas. Ser un «líder vitamina» se relaciona con «patear» el mundo llevando un filtro que permita encontrar aquello que aporte sentimientos de bienestar y equilibrio.
Según los expertos en neurociencia, los pensamientos y sentimientos alteran tanto nuestro ser interior (la mente) como el organismo. La doctora psiquiatra Marian Rojas-Estape señala: «En especial los pensamientos negativos como ira, rabia, frustración, desesperanza, alteran el riego sanguíneo en el centro del optimismo del cerebro, la corteza prefrontal izquierda. Nuestra mente no distingue realidad de ficción, por tanto, cualquier pensamiento que nos aturda, nos obsesione, tiene un reflejo en el cuerpo… Según la Universidad de Harvard, del 60 a 80 % de las enfermedades que padecemos tiene relación directa con las emociones tóxicas«.
De acuerdo con la Dra. Rojas-Estape, existe una clara diferencia entre las «personas vitamina» y las «personas tóxicas»: La mayoría de las veces tendemos a hablar de las personas o relaciones tóxicas, ponemos nuestra atención en aquellas personas que nos hacen mal e invertimos energía excesiva en intentar «arreglar» relaciones o personas que nos entrampan en lo destructivo. Muchas veces nos exponemos excesivamente a su compañía aun sabiendo que nos perjudican y nos hacen mal.
Dejamos de cuidarnos y tratarnos bien, cuando las escuchamos demasiado, cuando las seguimos eligiendo y cuando trabajamos y esperamos un cambio en ellos o en la relación. Es una realidad el que todos tenemos personas tóxicas en nuestra vida y el desafío es aprender a gestionarlas, calibrar el espacio les daremos y cuánto oído y poder.
«Cuando se elige ser una persona vitamina, se puede ser consciente de que tener amigos de verdad, de esos que llegan sin ser elegidos por su currículo, ni por sus estudios, sino por lo que generan cuando se está con ellos. En general eso tiene que ver con la pasión, con que despierte en ti ganas de reír, de disfrutar, de compartir… eso es una persona vitamina«.
Para convertirse en persona vitamina hay que poner apasionadamente el corazón en lo que uno hace, de tal forma que pueda ejercer un liderazgo inclusivo, abierto, amable, que capacite para alegrarse con los éxitos de los demás y pueda compartir las tristezas de la gente a su alrededor, escuchándoles y comprendiéndoles.
¿Estoy siendo un papá o mamá vitamina para mis hijos, hijas y pareja, vecinos, empleados y colegas? Las personas vitaminas van juntas y contagian. Eligen siempre sumar.
Columna de Opinión, La Prensa Gráfica, 15 de agosto de 2021