Descubrir la ternura como acto de amor y coraje

De los últimos regalos que tengo grabados en mi corazón e imaginación de parte de mi esposo en los días previos a su partida tras sufrir una enfermedad terminal, son los pequeños actos de ternura que me manifestó a pesar del esfuerzo que le suponían: sus miradas amorosas, los besos que me lanzaba; su eterna sonrisa; sus gestos de agradecimiento por los cuidados que le brindábamos; la manera en que se concentraba al escuchar las oraciones del sacerdote que le acompañaba en su camino final. Era conmovedor observar su alegre disposición a dar abrazos a pesar del esfuerzo que le suponía y el libre asentimiento a seguir las indicaciones del médico, empero le supusieran grandes incomodidades… Es consolador el recuerdo de su actitud valiente y de la paz que reflejaba su rostro, tanto con su madre, conmigo y con sus amigos y familiares, al visitarlo en el cuarto organizado en casa como un hospital de cuidados paliativos, bajo la dirección del doctor especialista en esta nueva forma de cuidar con técnica y ternura a los enfermos crónicos y terminales.

Todas las vivencias relacionadas con el episodio final en la biografía de mi amado me parece que han sido uno de los mayores privilegios vividos, a pesar del dolor profundo que significó perderle (temporalmente, según la fe cristiana). Entre otras cosas, nos permitió a ambos cumplir con la promesa hecha en la ceremonia de matrimonio: «Prometo amarte en la salud y en la enfermedad, en la pobreza y en la riqueza; en la alegría y en la tristeza… cada día, hasta que la muerte nos separe…».

La experiencia también me enseñó que los momentos de ternura vividos durante las dificultades se vuelven actos de coraje y amor, que nos llevan a tener paz y felicidad en el corazón a pesar del dolor, ayudando a madurar la calidad de la relación de pareja.

Efectivamente, «si algún elemento da belleza y sentido a la vida, ese es, sin duda, la ternura. La ternura es la expresión más serena, bella y firme del amor. Es el respeto, el reconocimiento y el cariño expresado en la caricia, en el detalle sutil, en el regalo inesperado, en la mirada cómplice o en el abrazo entregado y sincero. Gracias a la ternura, las relaciones afectivas crean las raíces del vínculo, del respeto, de la consideración y del verdadero amor. Sin ternura es difícil que prospere la relación de pareja. Pero además es gracias a la ternura que nuestros hijos reciben también un sostén emocional fundamental para su desarrollo como futuras personas«.

«Decía Oscar Wilde que en el arte como en el amor es la ternura lo que da la fuerza. Mahatma Gandhi apuntaba en la misma dirección cuando decía que un cobarde es incapaz de mostrar amor. Y así es: paradójicamente, la ternura no es blanda, sino fuerte, firme y audaz, porque se muestra sin barreras, sin miedo. Es más, no sólo la ternura puede leerse como un acto de coraje, sino también de voluntad para mantener y reforzar el vínculo de una relación. La ternura hace fuerte el amor y enciende la chispa de la alegría en la adversidad.

Gracias a ella, toda relación deviene más profunda y duradera porque su expresión no es más que un síntoma del deseo de que el otro esté bien… La ternura implica, por tanto, confianza y seguridad en uno mismo. Sin ella no hay entrega. Y lo más paradójico es que su expresión no es ostentosa, ya que se manifiesta en pequeños detalles: la escucha atenta, el gesto amable, la demostración de interés por el otro, sin contrapartidas… Sin ella, la relación de pareja está condenada al fracaso porque su ausencia genera aburrimiento, rutina, apatía, distancia y egoísmo«. Tomado del artículo El valor de la ternura, El País, 19 de marzo de 2006

Columna de Opinión, La Prensa Gráfica, 8 de agosto de 2021

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