Mujeres guerreras apoyando a otras guerreras

Sueño con que haya equidad e inclusión real, dentro de un mayor número de empresas en El Salvador y de Centroamérica, para contribuir a que todas las mujeres puedan tener más bienestar y calidad de vida; facilitando que también lo tengan sus familias y los habitantes de la región, en concordancia con los artículos 5, 8 y 17 de los OBJETIVOS DE DESARROLLO SOSTENIBLE, ODES 2030.

Son alarmantes las conclusiones de una encuesta sobre la situación de las mujeres hispanas, tras el encierro por la crisis sanitaria global, realizada por la ESCUELA DE NEGOCIOS DEL IAE, ARGENTINA, en 5 países latinoamericanos:

  • Las mujeres se sintieron más desgastadas que los varones en la pospandemia. (Ellas en el 31.4 % de los casos, mientras que entre ellos el 15.2 % dijo sentirse identificado o muy identificado).
  • Entre los varones, se les facilitó más poner fronteras entre lo laboral y lo familiar, que las mujeres. Ellas, además, se sintieron más interrumpidas que ellos en los momentos de horario laboral, 15.6 % y 5.3 %, respectivamente; y dijeron ellas verse más expuestas a más interrupciones que ellos.
  • En la pospandemia, el 45.3 % del total de los consultados afirma que le gustaría seguir trabajando en casa y en las mismas condiciones que las actuales. El porcentaje sube al 53.3 % cuando a la afirmación se le agrega el «siempre y cuando la empresa me dé las facilidades, el acompañamiento y la capacitación requeridos». Y es de 48.5 % cuando la condición para preferir que continúe el teletrabajo es contar con «el apoyo y la colaboración de mi familia».
  • El 54.5 % evalúa que el teletrabajo contribuyó a mejorar su eficiencia y su productividad laboral (tanto empleadores como colaboradores).

Por estos datos, y en el marco de la conmemoración del mes de la mujer, quiero plantear tres retos empresariales para que las mujeres guerreras en proceso de resurgir (no conozco ninguna que no está luchando por reinventarse) puedan encajar en la «nueva normalidad» llena de incertidumbre:

a) Realizar desarrollo de competencias (skill-up) así como el reentrenamiento (re-train) de la fuerza laboral femenina, para ensamblarse en la cuarta revolución industrial y la transformación digital.

b) Reinventar el entorno laboral hacia la equidad empresarial, a través de la cultura de corresponsabilidad entre varón y mujer, que incluye el apoyo emocional de los líderes a las nuevas dinámicas de trabajo (teletrabajo, etcétera).

c) Valorar las tareas de cuidado en su impacto multidimensional para superar las consecuencias de la pandemia, en especial en las mujeres, ya que pospandemia se conoció su cuantía económica.

Según señalan economistas notables como Paul Simmon y el Premio Nobel Gary Becker, la familia y la mujer son las principales fuentes de creación de capital social y humano, que a su vez permiten el aumento de la riqueza de una sociedad.

A lo largo de la historia, las mujeres han sido el pilar de contención más importante entre ellas mismas, en países y sociedades en que por siglos nunca han tenido derechos ni protección de los Estados: salud maternal y primera infancia, enfermedades físicas y mentales; desempleo y formación para la empleabilidad; apoyo en duelos por muerte, abandono de la pareja, o por viudez.

Si se quiere equidad e inclusión para las nuevas generaciones, es imperativo que el sector productivo se transforme en un lugar de crecimiento humano, donde florezca una cultura de colaboración que facilite el surgimiento de sororidad o verdaderas comunidades de educación y apoyo interno de mujeres hacia otras mujeres.

Columna de Opinión, La Prensa Gráfica, 14 de junio de 2021

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