Le invito, amigo lector, a parar un momento a pensar: ¿Es posible que haya personas o cosas fundamentales a las que usted no les esté dando la importancia que se merecen?
La historia real va que un hombre llamado Charles Plumb, que fue piloto de jets de la US Navy en Vietnam, se encontró con que su avión fue destruido por un misil tierra-aire después de setenta y cinco misiones de combates. Cuando fue expulsado del avión y su paracaídas abrió, resultó que cuando aterrizó en tierras enemigas fue capturado, pasando 6 años en una prisión vietnamita (de 1967 a 1973), antes de ser liberado.
Unos años después se dedicó a hacer charlas y trabajar de consultor, enseñando cómo lo que aprendió de su cautiverio se puede aplicar a la vida cotidiana. Un día, cuando Plumb y su esposa estaban sentados en un restaurante, un hombre en otra mesa se acercó y le dijo:
-«¡Tú eres Plumb! Tú piloteabas aviones caza en Vietnam desde el portaviones Kitty Hawk. ¡Tú fuiste derribado!».
-«¿Cómo es posible que tú sepas esto?» preguntó Plumb.
-«Yo empaqué tu paracaídas», contestó el hombre.
Plumb se quedó con la boca abierta por la sorpresa y agradecido. El hombre extendió su mano y dijo:
-«Me imagino que funcionó… » Plumb le aseguró.
-«Seguro que lo hizo. Si el paracaídas no hubiese funcionado, no estaría aquí hoy».
Este relato ya lo había leído antes pero ahora que estoy viviendo en cuarentena por más de tres meses y varada en Florida, EUA, en casa de unos maravillosos amigos y compadres a quienes les ha tocado ser samaritanos con mi esposo y conmigo; su contenido me hace mayor resonancia…
Porque al igual que el piloto Plumb tuvo su paracaídas que le salvó la vida, yo también tengo mis paracaídas… más bien varios de ellos, tanto en lo personal como en lo profesional, comenzando por Vivian y Miguel, los compadres mencionados, y su familia; y mis seres queridos que desde mi patria me han dado apoyo moral, además de otras cosas materiales.
Así mismo pienso que a cada uno de los miembros de nuestra sociedad le han aparecido los personajes silenciosos que les han cuidado desde siempre armándoles sus paracaídas, pero de forma invisible: las mamás con su trabajo de cuidado del hogar; las empleadas domésticas; las enfermeras, bomberos, personal sanitario de hospitales y el camión de la basura; los que llenan los estantes en los supermercados y los pequeños agricultores proveedores de verduras y frutas; repartidores y carteros; profesores; médicos y técnicos de los hospitales nacionales y públicos; dependientes de farmacias y bancos; funcionarios públicos y empresarios; líderes sociales de cooperativas y gremiales de empleadores, amigos, familia, etcétera.
Y a usted, ¿quién le empacó el paracaídas hoy? La biografía de Plum me inspira porque después del encuentro con el marinero, el veterano recordó que este pasó las largas horas en un mesa larga de madera en las entrañas del barco que llevaba los aviones durante la guerra, empacando cuidadosamente cada paracaídas, teniendo en sus manos muchas veces el destino de su vida personal y profesional, aunque él no estaba consciente de ello.
Le invito, amigo lector, a parar un momento a pensar: ¿Es posible que haya personas o cosas fundamentales a las que usted no les esté dando la importancia que se merecen?
Columna de Opinión, La Prensa Gráfica, 14 de junio de 2020