Incertidumbre: Claves para un liderazgo valiente. Parte 2

«No se pueden mezclar las preferencias personales con las exigencias del cargo que se ocupa. Donde no hay distinción, hay confusión…»

El catedrático Miguel Ángel Ariñohabla de varias cualidades que mejoran el proceso de liderar, entre ellas, el de saber conversar.

«Hay personas que cuando hablan hacen afirmaciones con gran rotundidad. Hay que desconfiar de ellas. En general, el conjunto de estupideces que una persona dice es directamente proporcional a la seguridad con que las dice… Las personas inteligentes saben que pueden estar equivocadas y cuando dicen algo están abiertas a rectificar o cambiar de opinión cuando aparecen nuevos datos o se les muestra un punto de vista que no habían considerado…».

Otra cualidad es evitar la confusión entre gustos y obligaciones. A la hora de dirigir una organización, «no se pueden mezclar las preferencias personales con las exigencias del cargo que se ocupa. Donde no hay distinción, hay confusión… Cuando las preferencias personales interfieren en el gobierno de las instituciones y se confunde lo que se debe con lo que me gusta, hay problemas… Nada bueno puede salir de este tipo de confusiones. Ni a los directivos con sus caprichos ni a los gobernantes con sus fobias».

Y finalmente, la cualidad de la serenidad para no enojarse, porque: «quien te enfada, te controla». Suelen ser dos las razones por las que a veces nos enfadamos, o bien porque hemos hecho algo mal o bien porque alguien nos ha hecho alguna faena. En el primero de los casos no sirve de nada enfadarnos con nosotros mismo, no soluciona nada. Lo que tenemos que hacer es corregir, aprender e intentar no volver a meter la pata en el mismo asunto. Tampoco sirve de nada enfadarse si es que alguien nos ha ofendido o se ha comportado mal con nosotros. ¿Para qué? Si nos pide perdón perdonarle y si no, tener en cuenta que el problema no lo tenemos nosotros sino la persona que nos ha ofendido. Nosotros solo sufrimos las consecuencias de su actitud. Tenemos que ser dueños de nuestra vida y de nuestro carácter…Nuestro buen humor no puede depender de actitudes de terceros. Enfadarse no merece la pena. Además, estando enfadados, creamos mal ambiente a nuestro alrededor. Es mejor que los demás estén rodeados de caras sonrientes y no de caras feas. Además, si enfadándonos se resolviera algún asunto, mi consejo sería «enfádate», pero no se resuelve nada. Cosa distinta es corregir, si alguien nos hace alguna fechoría a nosotros o a algún otro, habrá que corregirle si tenemos alguna posibilidad de éxito. Pero corregirle para que mejore la persona que falló, pero nunca por venganza, que no sirve para nada. (Dr. Ariño).

Columna de Opinión, publicada en La Prensa Gráfica, el 29 de marzo de 2020

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