Debido al compás acelerado que llevan las familias y las madres que trabajan (también aplica a los varones que son papás), cada vez más se convierte este estilo de vida en un problema de salud pública por los efectos devastadores en el bienestar de los ciudadanos.
Cuando las personas no cuentan con un sano equilibrio entre la carga laboral y los roles familiares y sueños personales, la productividad nacional se desploma y la sostenibilidad de las empresas se ve amenazada.
Así lo confirman los datos de diferentes fuentes: el 70 % de los empleados alrededor del mundo considera que la principal causa de estrés es no tener balance entre vida, trabajo y familia, según se desprende de la investigación del Foro Económico Mundial en asocio con la red LinkedIn.
Igualmente, el desbalance de vida es una de las causas principales de la baja calidad del empleo en una organización, según la Organización Mundial del Trabajo (OIT) Informe «Trabajo y Familia: hacia nuevas formas de conciliación con corresponsabilidad social«, 2009.
El estrés genera deterioro en el bienestar de la gente, y uno de los principales factores en detrimento de la salud, ocasionando enfermedades físicas y mentales que afectan a los indicadores positivos de la calidad de sueño, el peso y la sensación de llevar una vida feliz. Más información en el libro: «Hacia el balance de vida, trabajo y familia. La experiencia en y desde El Salvador». Puede bajar el documento gratis en www.emprepas.org.sv .
Así mismo, la falta de recursos en las familias más vulnerables les hace salir a buscar el sustento diario, ocasionando que sus hijos no tengan la supervisión adecuada ni el tiempo para educarlos y orientarlos.
Esto puede generar situaciones de desventaja para formar y empoderar a los jóvenes de ambos sexos, quienes no estarían preparados para decidir adecuadamente sobre sus opciones de vida, entre ellas esperar a la madurez para iniciar relaciones sexuales en un contexto idóneo, consecuentemente, exponiendo a las niñas a ser víctimas de los depredadores sexuales y produciéndose embarazos en adolescentes, especialmente en las zonas más pobres.
Según el representante del UNFPA, los resultados nacionales demuestran una reducción de alrededor 5,000 embarazos, al comparar los datos de 2015 y los de 2017, pero que han aumentado los delitos sexuales.
Efectivamente, un embarazo a cualquier edad o ser madre de niños pequeños que realiza actividades laborales no debería ser obstáculo para estudiar, cuidar a sus seres queridos o alcanzar sus sueños, siempre y cuando exista flexibilidad y apoyo a quienes laboran fuera del hogar (sea en un negocio propio, pequeño o grande, o como empleada). Las víctimas de las agresiones sexuales pueden salir embarazadas (generalmente son jóvenes que no llegan a la mayoría de edad).
En El Salvador, ellas no cuentan con una cultura de solidaridad para sacarlas a delante con una red de acompañamiento, antes, durante y después de este. Esto significa que el Estado salvadoreño les está fallando en apoyarlas a educar a las futuras generaciones de salvadoreños.
Habría que actuar desde el Estado y la sociedad en conjunto para darles las herramientas a las mamás que les facilite el trabajo dentro y fuera de la casa, porque la crianza de los pequeñines es tan importante como el de ir a estudiar o trabajar. Podríamos inspirarnos en las comunidades de apoyo a las mascotas abandonadas, a quienes admiro grandemente porque son eficaces y abundantes. Recordemos que las madres y sus hijos son la mayor riqueza de El Salvador.
Columna de Opinión, La Prensa Gráfica, 12 de mayo de 2019
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