Me conmovieron dos momentos de la visita a Estados Unidos de Macron, el presidente francés, el pasado abril: uno fue el sentido abrazo que le dio a John Lewis cuando le fue presentado como luchador a favor de los derechos humanos, al lado de Dr. Martin Luther King, en el cual se les vio emocionados a ambos por sentirse que compartían el amor por la libertad y dignidad de las personas.
El otro instante del jefe de Estado franco fue cuando besó en cada mejilla al veterano de la Segunda Guerra Mundial, al momento que se encontraron, a quien le dio las gracias de corazón por ser el representante de la generación de norteamericanos que decidieron arriesgar su vida por luchar en tierra francesa, defendiendo la libertad y la denigración de los derechos humanos de los pueblos que fueron expulsados de Europa; por el solo hecho de ser de una raza o religión diferente.
Ahora, parece que nos debemos unir para atender una situación difícil, para atender una alarmante situación de fragilidad de los derechos humanos de niños y familias: son alarmantes las cifras de emigración con casi 50,000 niños y niñas hacia Estados Unidos y la UE, provenientes de países en conflictos bélicos (ISIS, Egipto, Siria, etcétera, de las noticias recientes), donde por cierto hay mucha persecución a los cristianos, que van huyendo de la violencia y buscan tener esperanzas para sacar adelante a sus miembros, en especial los niños y ancianos; o porque huyen de grupos ilícitos que los expulsan de sus zonas de residencia, como las pandillas de El Salvador, Honduras y Guatemala.
En vista de los grandes fenómenos de migración que vivimos en este siglo XXI, la legislación moderna parece que cada vez más se fundamenta en los derechos humanos, de los cuales el derecho familiar a tener un lugar donde residir es uno de ellos. Si las personas tienen un marco material como una casa digna, entonces se estaría proveyendo un espacio ideal para que se dé la ecología humana, de tal forma que se realice un paso en la dirección correcta para avanzar en la prevención, reducción y lucha contra la pobreza en El Salvador y en los países en desarrollo.
El Papa Francisco en su encíclica “Laudate Si” nos presenta e invita a asumir el desafío de acometer acciones a nivel personal y familiar junto a otras familias organizadas en red en favor de la ecología integral o humana. Nos interpela a los ciudadanos a activarnos con eficiencia para trabajar por el bien común y solicitar políticas públicas de familia, entre las que se puede mencionar:
La promoción de macro políticas público-familiares como políticas de Estado, que trascendiendo los gobiernos de turno y en el marco de los principios de soberanía, libertad, justicia y subsidiariedad, remuevan los obstáculos para que la familia cumpla sus funciones sociales estratégicas.
El diseño y ejecución de políticas empresariales familiarmente responsables, que faciliten a las madres y padres profesionales la integración entre sus responsabilidades familiares y laborales.
La educación de los padres y madres de familia para optimizar sus acciones de autoridad y calidez afectiva diversamente complementarias, que promuevan en sus hijos procesos de maduración óptimos en relación con el desarrollo de su capacidad humana de amar bien.
Necesitamos más líderes compasivos y de corazón inteligente que dirijan la acción del Estado centrándola en la ecología humana, es decir, en acompañar de forma solidaria y subsidiaria para que la familia pueda ser capaz de cumplir con sus funciones sociales estratégicas.
Columna de opinión, La Prensa Gráfica, 24 de junio de 2018