Las claves de la felicidad (parte 7)

Me preocupa el tipo de hombre explotador y de mujer objeto que parece reforzarse en dos películas recientes: “50 sombras más oscuras” (2017) y “50 sombras liberadas” (2018). Efectivamente, existe un estudio publicado por el Journal of Women’s Health que advierte sobre el peligro de mala influencia que sobre mujeres jóvenes produce la relación de pareja de los protagonistas, con tipologías propias de la violencia doméstica, la cual se distingue por rasgos de acoso, intimidación y el aislamiento.

Estas producciones deberían ser más denunciable que permisible, porque presentan como sexy la dinámica abusiva entre mujer y hombre, en un momento en que globalmente todos buscamos que los predadores sexuales sean llevados a la justicia, como el médico deportivo condenado a más de 100 años por abuso de más de 200 atletas olímpicas de gimnasia.

Aprovechando que acabamos de celebrar el 14 de febrero, día de los amigos y los enamorados, finalizo la reflexión que comencé sobre las claves de la felicidad de un profesor de la U. de Harvard y sobre el reconocido escrito de San Pablo sobre el amor: “Es paciente, es servicial; el amor no tiene envidia, no hace alarde, no es arrogante, no obra con dureza, no busca su propio interés, no se irrita, no lleva cuentas del mal, no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta” (1 Cor 13,4-7).

En la exhortación apostólica “Amores Laetitia”, el santo padre describe las actitudes del buen amante descritas por San Pablo. (111 al 119). Explica Francisco que para amar “no es necesario controlar al otro, seguir minuciosamente sus pasos, para evitar que escape de nuestros brazos. El amor confía, deja en libertad, renuncia a controlarlo todo, a poseer, a dominar. Esa libertad, que hace posibles espacios de autonomía, apertura al mundo y nuevas experiencias, permite que la relación se enriquezca y no se convierta en un círculo cerrado sin horizontes. Así, los cónyuges, al reencontrarse, pueden vivir la alegría de compartir lo que han recibido y aprendido fuera del círculo familiar. Al mismo tiempo, hace posible la sinceridad y la transparencia, porque cuando uno sabe que los demás confían en él y valoran la bondad básica de su ser, entonces sí se muestra tal cual es, sin ocultamientos. Alguien que sabe que siempre sospechan de él, que lo juzgan sin compasión, que no lo aman de manera incondicional, preferirá guardar sus secretos, esconder sus caídas y debilidades, fingir lo que no es…”

El amante sabe esperar la maduración del amado… “No significa que todo vaya a cambiar en esta vida. Implica aceptar que algunas cosas no sucedan como uno desea, sino que quizá Dios escriba derecho con las líneas torcidas de una persona y saque algún bien de los males que ella no logre superar en esta tierra… Aquí se hace presente la esperanza en todo su sentido, porque incluye la certeza de una vida más allá de la muerte… Adonde el verdadero ser de esa persona brillará con toda su potencia de bien y de hermosura…”

Quien ama “sobrelleva con espíritu positivo todas las contrariedades… Se mantiene firme en medio de un ambiente hostil. No solo tolera algunas cosas molestas, sino en algo más amplio: una resistencia dinámica y constante, capaz de superar cualquier desafío… En la vida familiar hace falta cultivar esa fuerza del amor, que permite luchar contra el mal que la amenaza. El amor no se deja dominar por el rencor, el desprecio hacia las personas, el deseo de lastimar o de cobrarse algo. El ideal cristiano, y de modo particular en la familia, es amor a pesar de todo”. Gracias por leer los siete capítulos.

Columna de opinión publicado en La Prensa Gráfica, 11 de febrero.

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