Conversando con jóvenes profesionales acerca de la participación ciudadana, alguno comentaba de la necesidad de hacer el esfuerzo porque la sociedad civil y los tecnócratas comprendan, que detrás del avance democrático de un partido o de cualquier institución existe el “sabroso juego político”, entendido como el ejercicio de la “Alta Política”, es decir, del arte de negociar en función de valores éticos, diálogo, transparencia y el respeto a la palabra dada. (Algo se vio en película “Lincoln”).
Lo mismo se busca en cualquier tipo de organización cuando se quiere llevar a cabo un proyecto específico, ya sea en una asociación de padres de familia, o de iglesia, gremial, sindical, ongs, académico, etc.
Siguiendo con la reflexión iniciada en el artículo anterior, sobre el significado y función de la autoridad (entendida como liderazgo que conlleva poder e influencia), me parece que hay que superar el mito de que la gente que entra en política busca el poder como exclusiva motivación de actuación, lo que a su vez genera un ambiente negativo, pesimista y desconfiado.
Esta herencia de Nietzsche, (“voluntad de poder”, entendida como el ambición obsesiva de éxito, logros y altos puestos), está siendo superada por las nuevos estilos de liderazgo a nivel global, en los que cada vez más gente busca confiar, porque utilizan los espacios de autoridad (que conlleva el poder de mandar) para servir al Bien Común. La experiencia propia da evidencia del disgusto por votar, trabajar, dejarse liderar o hacer negocios con un mentiroso, un hipócrita, o con quien solamente busca el interés individual o grupal (aunque sea legítimo) por encima de los intereses de la patria.
Suponer que cada quien se mueve exclusivamente por alcanzar el poder representa una visión limitada del liderazgo. Si fuera cierto, aquellos que tienen capacidad de mandar se frustrarían al sentirse sin posibilidades de liderar. ¿Cómo se compaginaría esto con la realidad de que son pocas las posiciones en la Alta Dirección? ¿Se perdería entonces la posibilidad de participar efectivamente? Me atrevo a decir no.
El líder que actúa con creatividad influye positivamente en su entorno, pues crear “suele consistir en transformar una materia (crear riqueza económica, por ejemplo) o realizar actos lingüísticos (hablar o escribir, por ejemplo), pero también consiste en crear instituciones (una asociación, por ejemplo) o relaciones personales (amistad). Todo esto es posible porque la inteligencia es creadora: de ella nacen los proyectos, decisiones, tareas y ocurrencias que llenan el mundo interior. Es la voluntad creadora la que encauza el brotar inteligente de la persona…” (Ricardo Yepes, “Fundamentos de Antropología”)
El mayor líder es aquel que hace uso múltiple de su voluntad. De lo contrario, aparece una persona incompleta, irreal o deforme: “el ser humano no es sólo deseo (Freud), ni sólo voluntad de poder (Nietzsche), ni solo voluntad creadora, ni amor benevolente, sino todo a la vez y armónicamente. No se puede prescindir de ningún uso de la voluntad sin debilitar a los demás y al mismo individuo”. (Yepes)
Avanzar en implantar la “Alta Política” en nuestra democracia requiere voluntad de servicio generoso, tanto de parte de la ciudadanía como de la autoridad política, “entendiendo este término como dominio sobre hombres libres”. La tarea de liderar a otros líderes es un servicio que requiere gran sabiduría…Oremos por todos los dirigentes.