Comparto una frase de Nietzsche: «Quien tiene un porqué para vivir puede soportar casi siempre cualquier cómo». (Del libro «El hombre en busca de sentido», una semblanza de Víctor Frankl, el médico judío originario de Austria, que sobrevivió un campo nazi de exterminio).
¿Cómo seguir adelante en medio de un dolor inenarrable? ¿Qué es en realidad el ser humano para ser capaz de lograr esta meta? El autor de este libro sobre cómo superar un gran sufrimiento a través de encontrarle un sentido nos da una descripción de quiénes somos: «Es el quien siempre decide lo que es. Es ese ser que ha inventado las cámaras de gas (para matar), pero asimismo es el ser que ha entrado en ellas con paso firme musitando una oración».
Lo que lo mantuvo en pie al Dr. Frankl en las situaciones duras y denigrantes en el cautiverio junto a crueles soldados durante la Segunda Guerra Mundial fue el objetivo de otra liberación, el motivo de vivir para salvar a los prisioneros de la desesperación. «No resistieron los más sanos… Salieron adelante los que descubrieron una meta, una intencionalidad en su vida. Solo superaron la ignominia que los abocaban a la muerte o al suicidio los que encontraron la razón por la que seguir viviendo… La pregunta que yo me planteaba era: ¿Tiene todo este sufrimiento, estas muertes en torno mío, algún sentido? Porque si no, la supervivencia no tiene sentido ya que la vida cuyo significado depende de una casualidad, ya se sobreviva o se escape de ella, en último término no merece ser vivida.
Víctor Frankl fue capaz de encontrar en el servicio a sus compañeros de infortunio la razón o sentido por el cual seguir adelante, siendo posible que sintiera gratitud por existir y por ello capaz de sonreír en medio del dolor y humillación.
La vida, todos lo sabemos, está sembrada de pequeñas penas y sufrimientos, de ahí que intentemos aliviar con nuestra presencia tanto dolor escondido. Por eso pienso que esta actitud que nos comparte el Dr. Víctor Frankl desde su experiencia real no es fruto o consecuencia de una calculada estrategia sino del convencimiento de que los otros se merecen recibir la mejor versión de nosotros mismos. Podemos darnos por nuestra cuenta de que unos ojos alegres acompañados por una mirada sincera levantan el ánimo del que los contempla. Sonreír con la mirada, sonreir con los labios, debería ser nuestra forma habitual de presentarnos a los demás para agradecer cualquier acto de bondad o servicio recibido.
Hay personas que habitualmente no encuentran un motivo para sentir gratitud con la vida, y a otras, en cambio, cualquier motivo les alegra el corazón. «A mi modo de ver hemos de predisponernos a dar una sonrisa siempre porque cuerpo y alma están unidos, con lo cual tener esta predisposición en el corazón permitirá que la mente y la inteligencia encuentre pronto motivos suficientes para superar esa excesiva seriedad existencial que en ocasiones se refleja en nuestro rostro. Motivos para estar tristes con frecuencia no nos faltan y motivos para estar alegres tampoco, optemos pues por estos últimos, no olvidemos que solo es feliz quien se lo propone para beneficio propio y ajeno». Miguel-Ángel Martí García, El agradecimiento: una opción entrañablemente humana (Yumelia Autoayuda – Spanish Edition).
Julián Marías escribe que un espíritu universal es agradecido, positivo, lo cual se refiere a una actitud que tiende a ver lo bueno, a retener y subrayar el aspecto valioso de lo real. Se contrapone a lo que podría llamarse ser negativo o tóxico, descrito como quien busca, casi siempre con afán, el lado peor de las cosas, lo que les falta, lo que disminuye su realidad, las manchas que las afean. En cambio, quien es agradecido es positivo y por ello, aunque mira lo que no va bien, sin dejar de verlo porque buscar la verdad más profunda de las cosas. Esto le permite ver lo que falta, las desviaciones y los vacíos, que no trata de esconder y le duelen y los señala, pero presenta las posibles soluciones. La pobreza, la tragedia y lo que falta por hacer no le impide ver lo positivo y agradecer.
Sonreír es una forma de aliviar el corazón y de agradecer la presencia de los demás. Ayuda a alejar el mal humor, alivia las heridas y abre nuevas esperanzas a quien las había perdido.
¿Se puede dar gracias por un año que termina con una enfermedad terminal o con la muerte de un ser querido? Creo que sí se puede… La fe cristiana nos revela un sentido nuevo del dolor, si lo llevamos con Jesús…
Columna de Opinión, La Prensa Gráfica, 23 de octubre de 2022