En el marco de la celebración global del mes del amor y la amistad, quisiera reflexionar sobre uno de los valores humanos más preciados: el de contar con verdaderos amigos y amigas, enfocándome en la relación de sororidad entre mujeres.
Hay un dicho africano que dice: «Se necesita un pueblo para tener un bebé». Yo lo adaptaría a quienes cuidan enfermos: «Se requiere toda una comunidad para atender y amar a un enfermo, para lograr una muerte rodeado de dignidad». Escribo desde mi dolorosa experiencia humana: el itinerario de 10 meses en que mi esposo padeció cáncer en el cerebro, hasta que le llegó el desenlace inevitable de este cruel padecimiento. Estoy convencida de que solo pude llevarlo con paz, serenidad y esperanza por la ayuda de buenas amistades, así como por las certezas que dan la fe cristiana, sumado a la mediación de profesionales médicos sanitarios y los recursos multidisciplinarios que provee al cónyuge, la familia, la sociedad y la economía, el enfoque de la medicina paliativa. Todos estos recursos me permitieron tomar las mejores decisiones para la consecución del bienestar y la felicidad de mi amado Jorge.
Mis amigos y amigas me ayudaron a organizarme para atenderlo con cariño y amor… sin ellos no hubiese podido hacer nada. Agradezco especialmente a los ángeles que por iniciativa propia realizaban propuestas para cuidar mejor de Jorge, como mi suegra, mi mamá, mis hermanos, cuñadas, compañeros de colegio y universidad, míos y de él; médicos y enfermeras, mujeres y hombres, de EUA y de ES; clientes y proveedores, oficiales bancarios y funcionarios; sacerdotes que nos atendieron y mujeres con sus esposos que trajeron a Jesús Sacramentado cada jornada durante el encierro; los empleados domésticos, especialmente la de mi casa; quienes enviaban ánimo por WhatsApp y ofrecían misa y oraciones; quienes enviaron detalles de comida y a quienes los traían a domicilio cuando nadie salía a la calle; a los miembros de mi parroquia y del Opus Dei.
En la página web de fundación PALIAMED se pueden encontrar consejos para atender de la mejor manera al enfermo, disminuyendo su dolor y sufrimiento, sea crónico (anciano, diabético, etcétera), o si está desahuciado (evitando tratamientos dolorosos, innecesarios y sin sentido. No es eutanasia).
Creo que, de hecho, la pandemia global es de color rosado: las mujeres están soportando mayores sufrimientos emocionales y físicos desde que comenzó la crisis sanitaria. De acuerdo con un estudio: el 43 % de quienes hacen teletrabajo con sus hijos o hijas en casa, tienen dificultades para concentrarse en sus trabajos. El 40 % de las mujeres se encarga del cuidado de las personas en los hogares, frente al 21 % de los hombres, lo que supone mayor estrés. El seguimiento escolar se desarrolla mayoritariamente por las mujeres, lo que se ha convertido en un elemento de ansiedad y estrés añadido a las responsabilidades laborales. Conclusiones: «Trabajo en remoto en condiciones extraordinarias COVID-19», Dra. Mireia Las Heras. (IESE, España 2020).
La Dra. Las Heras recomienda que se facilite el equilibrio hogar y trabajo para que ellas no abandonen el mercado laboral, y disminuya su sufrimiento por estrés:
1. Crear fronteras tanto psicológicas como físicas.
2. Crear rutinas de trabajo y de familia. 3. Comenzar a trabajar temprano.
3. Comenzar a trabajar temprano.
4. Mantener una comunicación fluida.
La sororidad o hermandad amistosa entre las mujeres creará una fuerza imparable y creativa, la cual detonaría novedosas propuestas para solucionar viejos problemas en la familia, la empresa, la economía, la ciencia, la política y la sociedad.
Columna de Opinión, La Prensa Gráfica, 14 de febrero de 2021