La salida de la situación económica complicada de cada familia y empresa, por el reinicio pospandemia, pasará por el cambio y cimentación de nuevos hábitos y valores en la sociedad.
Así lo sugiere el profesor y neurosiquiatra Boris Cyrulnic, refiriéndose a los cambios en la manera de transportarse y organizarse que están ocurriendo en las familias e instituciones sociales, en el marco de la pandemia sanitaria global. El también investigador francés define ser resiliente como «la capacidad del ser humano de adaptarse de forma positiva ante una situación adversa o de dolor emocional, saliendo reforzado de ellas«.
Para vivir juntos en paz en sociedad necesitamos de la empatía. «Necesitamos de ella para comprender a quienes tienen otras culturas y otras religiones, y para desarrollarla necesitamos viajar, leer, hablar e interactuar con otros. Quedarnos atados y limitados solo a nuestra propia comunidad, a nuestras propias creencias, a nuestro propio dios es perverso y limitante porque solo pensamos en nuestro propio mundo y en nuestro propio placer«. Cyrulnik apunta que facilitar la pedagogía de la empatía en el entorno familiar y laboral ayuda a que se reduzcan los prejuicios que adultos van arrastrando, impidiéndoles hacer los cambios hacia una mejor versión de sí mismos.
¿Qué nos ayuda a ser resilientes?
Según el Dr. Cyrulnic y otros especialistas, se puede lograr:
– Con aprendizaje continuo: El cerebro aprende con suma facilidad, lo que realmente le cuesta es desaprender. Cada nueva experiencia se convierte en un aprendizaje. Es importante conocer cómo aprendemos, saber cómo funciona nuestro cerebro para aprender más y mejor, y así facilitar la mentalidad de crecimiento.
– Buscando oportunidades escondidas: No podemos modificar los acontecimientos o adversidades que ocurren, pero sí podemos decidir qué actitud vamos a tomar frente a ellos y también hacernos nuevas preguntas que nos ayuden a cambiar la mirada.
– Generando futuro: Desde una mirada esperanzadora, rediseñarnos en tiempo real en nuestros trabajos, emprendimientos, proyectos, formas de liderar, de comunicar, de conectar y de cooperar.
– Expresando gratitud: La gratitud nos facilita a poner en perspectiva las cosas, a ser más optimistas, a ver el vaso medio lleno y a tomar conciencia de nuestras fortalezas.
– Conectando con la creatividad: Todas las actividades artísticas, manuales, así como escribir y leer nos ayudan a regularnos emocionalmente y a fortalecernos interiormente.
– Cuidándonos: Hacer ejercicio regularmente, meditar y alimentarnos bien; es beneficioso tanto para la salud física como psicológica. Mens sana in corpore sano.
– Practicando el humor: El humor es una de las herramientas más generativas con la que contamos los seres humanos ya que nos ayuda a liberarnos de la tensión emocional.
– Haciendo comunidad: La construcción de la resiliencia en una persona no es solo atribuible al desarrollo de sus atributos personales, más bien se teje en la relación con las demás personas. La promoción de la resiliencia es una tarea colectiva y por lo tanto tiene una dimensión comunitaria.
El neurólogo, psiquiatra, psicoanalista y etólogo francés Boris Cyrulnik la define como una labor de punto que, al tejer el vínculo, teje la resiliencia. Los vínculos tejidos con resiliencia nos permiten sobrellevar y superar los momentos más inciertos.
Pienso que la resiliencia es un alimento que ayuda al alma a tener salud espiritual, de la misma forma que el chocolate anima al cuerpo a tener energía para funcionar mejor.
Columna de Opinión, La Prensa Gráfica, 31 de enero de 2021