Ejercer la autoridad sobre la base de la arrogancia no es un liderazgo sostenible en el tiempo. En cambio, el liderazgo fundamentado por habilidades sociales y de comunicación ejercidas como hábitos de vida, es al que califico como amable y sostenible.
En efecto, como dice el proverbio «cariño no quita conocimiento», el reto de un aspirante a líder es conocer profundamente que «cualquier consideración sobre la autoestima conduce a precisar en qué consiste la virtud de la humildad» (Michel Esparza, autor del popular libro, Amor y Autorestima).
«Por un lado, la autoestima nos sugiere una imagen positiva acerca de nosotros mismos, pero puede alejarnos de la verdad. Por otro lado, la humildad nos acerca a la verdad, pero, si se desvincula de la dignidad, puede inculcarnos una imagen malsana de nosotros mismos. Por tanto, como analizo en el libro, con una mirada superficial, autoestima y humildad, mal enfocadas, pueden parecer términos excluyentes.
Sin embargo, no lo son. Para quienes tienen un concepto erróneo de la humildad, la autoestima les sugerirá inevitablemente una actitud orgullosa. Y quienes tienen un concepto erróneo de la autoestima pensarán que la humildad es lesiva para la salud mental. Pero basta bucear un poco más para divisar que la auténtica humildad es el mejor antídoto contra el complejo de inferioridad, y que la autoestima no conduce necesariamente a encubrir algún tipo de egoísmo.
Ahí está la razón de que haya optado por el término humilde autoestima, que es el que mejor condensa la actitud ideal hacia uno mismo…»A la larga, el orgullo siempre resulta ser el peor de los vicios y la humildad la más importante de las virtudes…en cambio, el orgullo es competitivo y cegador…lo peor que tiene el orgullo es que es insaciable y competitivo.»
Quien padece de orgullo no puede construir la inteligencia emocional, entre otras cosas porque este vicio siempre está en competencia con todos los demás. «Es necesario aclarares que el orgullo es esencialmente competitivo (es competitivo por su naturaleza misma), mientras que los demás vicios son competitivos sólo por accidente. El orgullo no deriva del placer de poseer algo, sino sólo de poseer algo más de lo que el vecino posee. La soberbia introduce un elemento de falsedad tanto en la percepción de uno mismo, como en la percepción de los demás.
Lleva a ver a los demás como rivales potenciales que ponen en peligro la propia excelencia…Desde el momento en que tenemos un ego, existe la posibilidad de poner a ese ego por encima de todo, de querer ser el centro…de querer, de hecho, ser Dios. Ese fue el pecado de Satán». (C.S. Lewis, famoso escritor inglés autor del libro «Los cuatro amores»)
Cuando nos sentimos malhumorados, estresados, frustrados, agobiados, sobrevalorados o menospreciados o rebasados, estamos frente al momento exacto de hacer un detente para pensar, como cuando vemos el color amarillo del semáforo, que indica «esta alerta» porque viene algo que te puede chocar.
Es tiempo de descansar y reflexionar porque tiene sentido mi vida. Nos jugamos la felicidad y el prestigio ante nuestros seguidores si no entendemos la importancia que tiene ejercer un liderazgo amable (en vez de orgulloso), pues de eso depende la calidad del amor y amistad que brindamos a quienes son parte de los círculos familiar y laboral, así como de la comunidad en que vivimos o sobre quienes ejercernos la autoridad.
Columna de Opinión, La Prensa Gráfica, 8 de septiembre de 2019