Por razones profesionales, tengo la oportunidad de conversar con líderes de diferentes sectores que quieren pasar al siguiente nivel en trayectorias de vida empresarial y profesional.
Entre las inquietudes más frecuentes que encuentro durante el proceso de asesoría para reinventase como dirigente, está la de poder distinguir en uno mismo las verdaderas actitudes de líder carismático, versus las del líder arrogante.
De un tiempo acá, se le ha dado mucho realce al liderazgo transformador, al ejercer posiciones de autoridad y poder, proponiendo desarrollar competencias de líder carismático, visionario, inspirador y motivador de sus equipos de trabajo o sus seguidores.
El problema con este estilo de dirección es que, en tiempos de crisis o de cambios, podría tener el peligro de caer en la trampa de la arrogancia (inflexibilidad, orgullo y prepotencia).
Vientos de cambio
Siendo que estamos en un cambio de época a raíz de la llegada de la Cuarta Revolución Industrial, necesitamos reinventar la forma en que trabajamos y dirigimos en nuestras empresas u organizaciones, que, en mi opinión, consiste en inspirarse en el modelo de liderazgo transformacional.
Esta forma de liderazgo, además, se convierte en un antídoto eficaz para que el líder visionario y carismático (transformacional) no caiga en la trampa del egocentrismo o narcisismo (definido como: «Persona que cuida en exceso de su aspecto físico o que tiene un alto concepto de sí misma», Real Academia Española).
De acuerdo con expertos en investigaciones de varias escuelas de negocios, «asumir el liderazgo trascendente no significa abandonar el liderazgo transformador. De hecho, y especialmente en tiempos de crisis, es necesario que el líder combine su visión y carisma personal con un fuerte sentido de misión. Esto exige un cierto grado de lucha contra el ego personal, una tendencia común en aquellos directivos que ocupan posiciones de liderazgo«. Dr. Pablo Cardona, Profesor de dirección de personas de IESE Busines School
Según el Profesor Cardona, «el ego del líder puede ser fuente de múltiples limitaciones. Por ejemplo, un líder concentrado en su ego tiende a interpretar como amenazas a su liderazgo lo que son propuestas de cambio para enfrentar la crisis, lo que genera frustración y falta de compromiso. También muestra una tendencia a confiar demasiado en sí mismo (y a desconfiar, por tanto, de su gente), lo que se traduce en una mayor centralización de las decisiones y una merma del trabajo en equipo. Especialmente en tiempos de crisis es necesario trascender el propio yo, centrarse en la misión, poniéndola por encima de las opiniones y ambiciones personales y, a su vez, fomentar el liderazgo de los colaboradores, sin miedo a que esto pueda significar una pérdida de poder o de autoridad.
El liderazgo trascendente es, sin duda, el que más capacidad tiene para mantener el compromiso y la ilusión de los trabajadores en tiempos de crisis. Además, cuando la crisis pase (y si confiamos en la teoría cíclica de la economía esta crisis pasará), el líder que aproveche los tiempos difíciles para reforzar su compromiso con la misión no solo habrá conseguido mantener su liderazgo en tiempos de crisis, sino que además estará mejor preparado para emprender nuevos retos y aventuras empresariales de futuro».
Ejemplos de líderes transformacionales que se reinventaron al siguiente nivel de liderazgo trascendental: expresidentes Nelson Mandela (Suráfrica) y Harry S. Truman (EUA). De este último es la famosa frase: «Es impresionante lo que puedes alcanzar cuando no te importa quién se lleva los créditos de los grandes logros«.
Columna de Opinión, La Prensa Gráfica, 26 de agosto de 2018