Hace 23 años ocurrió en Sudáfrica un milagro en una sociedad dividida: el entonces presidente Mandela consiguió que negros y blancos encontraran en el deporte un punto de unión con el cual superar un pasado lleno de odio y violencia, afrontando la construcción de un nuevo proyecto social… Esa tarde, dicen las crónicas del mundial de rugby, “faltaban 7 minutos para el final de la prórroga.
Hacía calor, aunque las sombras del atardecer habían cubierto el terreno de juego. Los jugadores lo estaban dando todo. Querían ser campeones del mundo. Fue entonces cuando Joel Stransky, con el número 10 en la espalda, agarró el balón con decisión y lo pateó con fuerza, consiguiendo el drop definitivo que proclamaría campeones mundiales a los Springboks, la selección nacional… La alegría se desbordó por todo el país, superando la nefasta política del apartheid que recién habían derogado por ser racista. Mandela había buscado y encontrado (en el deporte) una ocasión para movilizar a su país hacia ser un hogar abierto para todos.
Efectivamente, cuando Mandela salió de prisión y fue elegido presidente, tuvo la sabiduría de perdonar a quienes lo habían encarcelado. Eligió rodearse de gente capaz, sin importar si le habían apoyado o no, sin resentimiento y mostrándoles el máximo respeto, aun si pertenecían al grupo opositor. Su actitud magnánima le valió el respeto de toda la nación.
Parece adecuado que los líderes políticos, empresariales, sociales y comunitarios, junto a los líderes de opinión pública y medios de comunicación, tomemos el ejemplo de Mandela para superar con creces los intentos de quienes quieren desunirnos sembrando discordia y odio, indistintamente la ideología.
Comparto tres claves de su liderazgo y personal branding:
1. Tenía habilidad de empatizar.
Requiere de saber escuchar activamente las inquietudes del interlocutor para acoger los puntos en común, permitiendo conectar. Nelson Mandela realizó actos reales que mostraban su deseo de establecer puentes, como invitar a sus carceleros a la toma de posesión como mandatario la primera vez.
2. Tenía inmensa paciencia.
Esto implicaba tener tolerancia y comprensión con los errores ajenos.
3. Tenía una grandiosa capacidad de perdonar.
La capacidad de perdón se refiere a tener la firme convicción de que en cada individuo, detrás de todo el mal, hay un ser humano con altísima dignidad igual a mí, capaz de transformase y cambiar. Si no perdonamos, puede ser que caigamos en el peligro de tomarnos demasiado en serio, exigiendo demasiado de los que nos rodean. “Tomar a un hombre perfectamente en serio significa destruirle”, advierte el filósofo Robert Spaemann.
Todos somos débiles y fallamos con frecuencia. “El perdón comienza cuando, gracias a una fuerza nueva, una persona rechaza todo tipo de venganza. Quien sabe perdonar evita hablar desde sus experiencias dolorosas, evita juzgar y desvalorizar; está dispuesto a escuchar con un corazón abierto. El secreto consiste en no identificar al agresor con su obra” (Dra. Jutta Burggraf).
Para perdonar, hay que separarnos de algún modo del agresor, aunque sea solo interiormente. Mientras el cuchillo está en la herida, la herida nunca se cerrará. Hace falta retirar el cuchillo, adquirir distancia del otro, solo entonces podemos ver su rostro humano para perdonar.
Es emocionante el video de los jugadores campeones hincados orando en un estadio repleto de 60,000 aficionados que los ovacionaban, en nombre de los 43 millones de sudafricanos, sin importar el color de la piel.
Columna de opinión, La Prensa Gráfica, 28 de abril de 2018