Hace unos días, Rebeca GrynspanRebeca Grynspan, secretaria general de Iberoamericana, (SEGIB), alertó que Latinoamérica es la región que más tarda en el mundo en encontrar a las personas, con las competencias necesarias para que las empresas puedan innovar y progresar.
La también exvicepresidenta de Costar Rica señaló en su conferencia durante la “V Semana de RSE y Sostenibilidad, 17 razones para trabajar juntos” (organizada por FUNDEMAS); que entre los elementos efectivos para detonar la productividad y facilitar la innovación se encuentran los llamados “soft skills” o “habilidades blandas”, necesarias en los equipos de trabajo creativos.
Estas nuevas competencias suaves, tales como la inteligencia emocional, apertura a la diversidad multicultural, actitud emprendedora y colaborativa, requieren para adquirirlas la perseverancia y voluntad férreas para lograr hábitos para la buena convivencia, y son generalmente educados y adquiridos en el hogar.
Sophia Aguirre, doctora en Economía, (quien utiliza la metodología de Gary Becker, Nobel de Economía y de Mincer) asegura que el capital social y humano de un país se fortalece cuando se hace el esfuerzo por comer frecuentemente en familia y se dedica tiempo a descansar.
La Dra. encontró en sus investigaciones que comer frecuentemente provee de un ambiente educativo a los hijos porque esta actividad los motiva en un 41 % a querer platicar más con los papás sobre sus problemas y lo que les preocupa; y afirma en un 43 % el perfeccionamiento del carácter de los jóvenes.
En contraste, las discrepancias entre los miembros familiares aumentan en 2.7 veces en aquellas que comen pocas veces o nada. Según la profesora Aguirre, quien vino al país en 2007, los datos indican que comer juntos promueve que los padres se involucren con los niños.
Aun con todos sus defectos, los científicos sugieren que la costumbre de la comida familiar establece un proceso efectivo y eficiente para la creación de capital social y humano, al permitir desarrollar la inteligencia emocional. Esta se define como la capacidad de reconocer, gestionar y encauzar los sentimientos y emociones propios y ajenos para lograr una buena (asertiva) comunicación interpersonal.
“Los Objetivos de Desarrollo Sostenible”, ODS, lanzados por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 2015, significan un llamado universal para la adopción de medidas que permitan bajar al mínimo la pobreza, proteger el planeta y garantizar que todas las personas gocen de paz y prosperidad.
El sector productivo nacional y regional es actor clave para poner en marcha los ODS, a través de acciones éticas, transparentes e innovadoras en su gran ámbito de influencia, tal como lo hemos visto en el extraordinario evento organizado por FUNDEMAS.
Invito a soñar con propagar el incendio a todas las empresas de todos los sectores y tamaños para instalar en la sociedad salvadoreña una cultura familiarmente responsable, desde El Salvador y desde aquí, a Centroamérica, para mejorar la calidad de vida de las personas trabajadoras y sus familias, sin descuidar la rentabilidad.
Se puede apoyar a los empleados para que, dentro de lo razonable, tengan la oportunidad de ajustar sus horarios a las necesidades de balancear la vida familiar con el trabajo, desde un enfoque flexible y de responsabilidad social.
Este balance familia-trabajo es al final un detonante garantizador de la competitividad y lealtad de los colaboradores, tan necesarias para brindar un servicio de calidad internacional.
Publicada el 16 de julio de 2017, en La Prensa Gráfica