La noticia nacional del brutal asesinato de una mujer médico, a manos de su pareja, contrasta con el consenso global recientemente logrado en Davos 2018, Suiza, sobre promover y apoyar el mejor recurso socio económico de una nación: las mujeres.
Efectivamente, el desarrollo y empoderamiento femenino para lograr equidad e igualdad de oportunidades con el hombre es el mejor detonante del crecimiento, especialmente con un enfoque de corresponsabilidad, colaboración y complementariedad.
En ese mismo evento, organizado por el Foro Económico Mundial, (WEF por sus siglas en inglés) me llamó la atención la frase de Jack Ma, fundador ALIBABA (competencia china de Amazon), quien se refirió al “Coeficiente de inteligencia del amor” como una clave para superar la era de la automatización: “La tecnología siempre debe servir a las personas, no deshabilitarlas… Si no quieres perder rápidamente necesitarás un coeficiente intelectual alto, y si quieres ser respetado necesitas un alto nivel de inteligencia: el cociente intelectual de amor…”.
Continúo con nuestra reflexión sobre el reconocido el Himno al Amor escrito por San Pablo, que describe amor como: “El amor es paciente, es servicial; el amor no tiene envidia, no hace alarde, no es arrogante, no obra con dureza, no busca su propio interés, no se irrita, no lleva cuentas del mal, no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta” (1 Co 13,4-7).
En la exhortación apostólica “Amores Laetitia” (numerales del 91 al 118), el Santo Padre describe la manera de vivirlas diariamente. Ahora, veremos el perdón (106, 107, 108). “Cuando hemos sido ofendidos o desilusionados, el perdón es posible y deseable, pero nadie dice que sea fácil. La verdad es que la comunión familiar puede ser conservada y perfeccionada sólo con un gran espíritu de sacrificio… Ninguna familia ignora que el egoísmo, el desacuerdo, las tensiones, los conflictos atacan con violencia y a veces hieren mortalmente la propia comunión: de aquí las múltiples y variadas formas de división en la vida familiar.
Hoy sabemos que para poder perdonar necesitamos pasar por la experiencia liberadora de comprendernos y perdonarnos a nosotros mismos. Tantas veces nuestros errores, o la mirada crítica de las personas que amamos, nos han llevado a perder el cariño hacia nosotros mismos. Eso hace que terminemos guardándonos de los otros, escapando del afecto, llenándonos de temores en las relaciones interpersonales.
Entonces, poder culpar a otros se convierte en un falso alivio… Pero esto supone la experiencia de ser perdonados por Dios… Si aceptamos que el amor de Dios es incondicional, que Su cariño no se debe comprar ni pagar, entonces podremos amar más allá de todo, perdonar a los demás aun cuando hayan sido injustos con nosotros.
De otro modo, nuestra vida en familia dejará de ser un lugar de comprensión, acompañamiento y estímulo, y será un espacio de permanente tensión o de mutuo castigo”.
La siguiente cualidad del amor, según el Papa Francisco, es alegrarse con los demás por las cosas buenas que les pasan (109, 110). “Es decir que se alegra con el bien del otro cuando se reconoce su dignidad, cuando se valoran sus capacidades y sus buenas obras. Eso es imposible para quien necesita estar siempre comparándose o compitiendo, incluso con el propio cónyuge, hasta el punto de alegrarse secretamente por sus fracasos…
Columna de opinión publicada en La Prensa Gráfica, 28 de enero de 2018.