En un viaje de trabajo a Cancún con mi esposo, decidimos al final de la jornada asistir a una discoteca famosa. Pudimos observar que, entre la pista llena de estudiantes guapos de ambos sexos, se encontraba una joven de unos 18 años, con una pinta elegante y de niña buena que llegaba por primera vez en su viaje de graduación del colegio. Lo chocante fue verla pasada de tragos revirando entre los brazos de los chicos de un lado al otro del bar… Inmediatamente pudimos saber en silencio que podrían ser nuestros hijos e hijas quienes estuvieran en esa situación, y que esperaríamos que los varones trataran con dignidad y honorabilidad a cualquier mujer, independientemente de la situación, lugar y estado en que se encuentre.
Incluso querríamos que la defendiera de su manada de amigos que se les ocurriera aprovecharse de ella, bajo la presión de excusas absurdas como “ella se lo buscó por borracha”; “ella lo insinuó con su coqueteo”; “se lo merece porque es una p…”; “lo andaba queriendo por usar minifalda”; “no somos culpables porque ella no dijo que no”; “ella lo consintió y por qué no se defendió”; “ella se expuso al andar sola en la discoteca o las calles en la madrugada”; etcétera.
Ayer en España salieron a manifestarse apoyando a una joven presuntamente víctima de cinco guapos y profesionales jóvenes, acusados de violarla en una madrugada durante las fiestas de San Fermín. En los medios de comunicación españoles y en la boca de algunos jueces han salido a relucir algunas de las frases que escribí más arriba. Uno de los acusados contrató un detective privado para investigarla en su comportamiento después de la supuesta agresión… para usarla en la defensa. En el juicio se está tratando de desprestigiar a la muchacha. Por eso no es sorprendente la indignación mostrada en las calles de forma espontáneamente por invitación del hashtag “#Yositecreo,hermana” e inspirada por el lema de seguridad ciudadana: “De camino a casa quiero ser libre y no valiente”.
“Debemos crear una cultura en la que las denuncias (no solamente denuncias penales, sino quejas o reclamos dentro de las empresas y otros ámbitos) puedan plantearse con la seguridad de que serán investigadas y confrontadas. Pero también sabemos que la situación ideal es que no haya necesidad de denunciar, porque el acoso no se dé. En este sentido, las reglas y políticas empresariales, así como los castigos penales para los abusadores, no son suficientes. Estos tienen que existir y funcionar, pero son un remedio para un mal que deberíamos ser capaces de prevenir y erradicar”. Fuente: Carmen Camey.
Gracias al doctor Daniel Goleman con su libro “Inteligencia emocional” y al enfoque humanista del Papa Francisco invitando a redescubrir el poder de la ternura y el amor, estamos volviendo a dar el puesto que les corresponde a los sentimientos, los cuales son parte del camino a la felicidad. Chesterton indicó que el correcto gobierno de la propia vida consiste en llegar a la conclusión de que algunas de las voces que escuchamos dentro de nuestro interior tienen autoridad y otras no. Es tal su fuerza, que Aristóteles solía decir que la “Paideia” o educación de la juventud era “sobre todo educación en el deseo”.
No hay que sellar el corazón, ni ignorarlo porque sin él no se puede vivir. Lo solución es conocerlo para educarlo. Repensar una educación para una afectividad y sexualidad sana es parte de la solución de la violencia de género…
Columna de opinión publicada en La Prensa Gráfica, 19 de Noviembre de 2017