Confiar viene natural. A desconfiar se aprende

La ciencia de la antropología señala que existe una confianza originaria, natural, sin la cual no es posible una vida sana en sociedad. Las raíces del surgimiento de la confianza vienen de que el niño pequeño se abandona en su madre. El bebé, dicen los expertos, “no está primeramente consigo mismo, no se conoce primeramente a sí mismo y luego a su madre. No se decide a confiar en su madre: es precisamente al revés, primero está con su madre y paulatinamente llega a ser él mismo. Toda confianza posterior, todo abandonarse a otros, es la repetición de lo que pasaba en el principio. Y si no pasaba en el principio, la consecuencia es a menudo una debilidad del yo; la incapacidad de abandonarse es a su vez la expresión de esta debilidad del yo. Solo un yo fuerte puede abandonarse sin miedo a perderse. Lo que podemos aprender, por tanto, no es la confianza, sino la desconfianza”. Confiar es algo natural. Confiar en alguien significa “estar convencido o esperar con un alto grado de seguridad que el otro no persigue sus intereses de modo deshonesto, a costa de mis intereses o de los intereses de otros”.

Existen también los enfoques éticos del término confianza que se complementan unos a otros: “La confianza como la disposición de una parte a hacerse vulnerable a las acciones de otra parte, basada en la expectativa de que ésta va a llevar a cabo una conducta significativa (beneficiosa) para el que confía, independientemente de su capacidad de control de aquella”. La confianza implica elegir la vulnerabilidad, porque se asume el riesgo de ser defraudados o acertar en depositar una prestación por adelantado de que se espera la mejor conducta del otro. Ciertamente existe un empeño en el ser humano “por crearse un cierto espacio de autodeterminación y autoafirmación dentro del conjunto de condiciones que le vienen dadas, se halla bajo una condición antropológica: que nadie puede crearse para sí solo este espacio libre porque dependemos de la cooperación… Autonomía absoluta sólo existe para el hombre en el breve instante en el que pretende separarse del mundo. Si queremos vivir debemos renunciar al deseo de ser dueños de la situación: tenemos que confiar en los demás. Confiar en alguien, (sich auf jemanden verlassen = abandonarse a alguien) es una perífrasis alemana maravillosa de lo que significa confiar. Abandonarse es lo contrario de quedarse consigo mismo”.

Si no encontramos razones para confiar en los demás, tampoco las encontraremos para confiar en nosotros mismos. En cambio, si confiamos que podemos ser mejores humanos, ciudadanos correctos, personas virtuosas o llenas de valores activos, entonces la “esperanza de conseguirlo nos dará alas para hacer el esfuerzo y si uno quiere llamar autoconfianza a esta esperanza, entonces la confianza fomenta el merecimiento de confianza”.

El que confía se arriesga, pero consigue ser más feliz.

Se pueden tener dos razones para brindar confianza limitada en personas que no conocemos. En primer lugar, porque en el largo plazo, si se tienen en cuenta los intereses de los demás, también se satisfacen los bien intencionados intereses propios; y en segundo lugar, porque es normal que la mayoría de los humanos, a excepción de los suicidas, persigan su propio interés, lo cual no es malo. La idea no es confiar en quien busca un interés egoísta, sino en aquel o aquella que sabemos por experiencia que tiene el hábito o el carácter afianzado de mirar siempre por los intereses de los demás. Toda relación interpersonal, sea de amistad o amor, de mentoría y liderazgo organizacional, buscar el más alto nivel de seguridad de que el otro (otra) tendrá una actitud recta en todas las acciones (éticas), inclusive en aquellas en que una de ellas actúa en nombre de la otra, para lo cual se confía que buscará el interés de esta (de ella o él), incluso cuando se tenga la oportunidad de aprovecharse o de causarle daño. Para construir sanas y estables relaciones interpersonales, tanto en el trabajo, en la familia como en la pareja, se hace necesario construir y hacer crecer la confianza de que se está en la misma página.

¿Es bueno confiar en los demás? ¡Es que no tenemos otra opción, porque, aunque no queramos, necesitamos a los demás para alcanzar hasta lo más elemental para vivir! Por ejemplo, requerimos de la compañía de electricidad para encender la luz en el hogar y el negocio; que el maestro enseñará bien la lección a los alumnos; que el dentista reparará la muela, aunque no lo veamos cuando lo hace; el jefe líder delega porque sabe que el colaborador da su mejor esfuerzo, etc.

Dependemos inclusive de nuestros ancestros, porque utilizamos su sabiduría, sus invenciones y vivimos de los valores que nos inculcaron. Es obvio que nadie es completamente dueño de su destino ni tiene autonomía absoluta. Si los hombres y las mujeres quieren de verdad crearse espacios libres donde poder ejercer su autodeterminación y autoafirmación, deben apoyarse, crear cooperación a través de la confianza.

1. Cfr. Mayer, Davis y Schoorman, 1995. Artículo., El modelo integrador de la confianza organizacional de (MD&S), sintetizado por Jaime Urcelay , 26 julio, 2016 /

Ibidem.

2. Spaemann, R., texto de la conferencia pronunciada en Madrid, 19 de mayo de 2005, organizada por el Instituto

Empresa y Humanismo, Universidad de Navarra. https://jaimeurcelay.me/wp-content/uploads/2016/07/r-spaemann-confianza-ieh-19-mayo-2005.pdf

3. Spaemann, R., texto de la conferencia pronunciada en Madrid, 19 de mayo de 2005, organizada por el Instituto

4. Empresa y Humanismo, Universidad de Navarra. https://jaimeurcelay.me/wp-content/uploads/2016/07/r-spaemann-confianza-ieh-19-mayo-2005.pdf

Ibidem.

5. Roger C. Mayer, James H. Davis, F. David Schoorman., An Integrative Model of Organizational Trust., The Academy of Management Review, Vol. 20, No. 3 (Jul. 1995), pp. 709-734 (26 pages).

Columna de Opinión, La prensa Gráfica, 14 de diciembre de 2025

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