Todos hemos vivido ese momento en que entramos a una tienda a comprar algo que necesitamos solo para descubrir que nadie nos atiende ni nos presta atención… La sensación que nos invade es una mezcla de sentirse invisibles, ignorados, irrespetados e inclusive despreciados. Todo lo cual nos hace irnos con el negocio a otra parte, porque el primer nivel de respeto de una persona a otra es reconocer y aceptar la presencia valiosa de quien tenemos enfrente.
Efectivamente, una de las verdades más aceptadas universalmente es el inmensurable valor de toda persona humana, de tal forma que se le puede considerar un don no solo del universo sino también para las otras personas. Cuando esta verdad se asume, comenzando por nosotros mismos, se puede entonces proyectar una imagen de líder amable, es decir, una persona digna de ser amada y de amar a los demás, cuya imagen atrae y produce efecto vitamina en quienes tiene enfrente, porque sabe descubrir lo mejor en cada persona al elegir “mirar” como una obra de arte a cada ser humano.
Si alguien elige ser “persona vitamina” tendrá un magneto para atraer a “otras personas vitamina” y podrá contrarrestar de mejor manera a quienes se comportan y se proyectan como “persona tóxica”, que lo único que logran es sacar en la gente los peores sentimientos y las emociones negativas de sí mismos y de los demás. Esta es gente emponzoña con su pesimismo, crítica y derrotismo, y apela a las intrigas para obtener resultados. Generalmente deriva su actuación de no poder superar los traumas, conflictos y heridas del pasado que le mantiene anclado, evitándole ser feliz, porque la felicidad consiste en tener ilusiones.
Elegir ser una “persona vitamina” involucra esforzarse por tener una mirada positiva, optimista y agradecida sobre los demás; estar convencidos de que la felicidad implica enfocarse en el “vaso medio lleno” y no en encontrar el lado malo de las situaciones y de las personas. Se relaciona con “patear” el mundo llevando un filtro que permita encontrar aquello que aporte sentimientos de bienestar y equilibrio.
Según la experta en neurociencia y psiquiatra Marian Rojas-Estapé, “los pensamientos negativos como ira, rabia, frustración, desesperanza alteran el riego sanguíneo en el centro del optimismo del cerebro, la corteza prefrontal izquierda. Nuestra mente no distingue realidad de ficción; por tanto, cualquier pensamiento que nos aturda o nos obsesione tiene un reflejo en el cuerpo. Según la Universidad de Harvard, del 60 al 80 % de las enfermedades que padecemos tienen relación directa con las emociones tóxicas”. Ella recomienda siete puntos para lograr la felicidad a través de educar las emociones:
1) Conocerse: focalizarnos en nuestras virtudes. Quien no se conoce, no se comprende ni se acepta; por tanto, no puede superarse y mejorar.
2) Evitar el exceso de autocrítica y exigencia: huir del perfeccionismo excesivo porque genera eterna insatisfacción. Cuidado con el autobloqueo; es esencial aprender a dominar la voz interior.
3) Fijarnos metas y objetivos: sueña en grande, actúa en pequeño. No tengas miedo de dejar volar tu corazón, pero luego realiza un plan de acción y una estrategia.
4) Trabajar la voluntad: implica adquirir hábitos que sustituyan a los malos, con pequeñas acciones diarias. Si soy impuntual, me levanto diez minutos antes.
5) Mejorar en asertividad: es encontrar el puente intermedio entre aceptar que otros decidan por mí y no dejar de aportar, respetando las ideas de los demás. Que tu “sí” sea sí y tu “no” sea no, sin sentirte culpable.
6) Aprender inteligencia emocional: significa entender y expresar mis emociones; entender y empatizar con las emociones de otros; controlar las emociones y la impulsividad.
7) Educar el optimismo: cambiar el lenguaje y empezar a usar palabras que evoquen entusiasmo, alegría e ilusión, desechando palabras tóxicas. Se ha observado que quienes practican el optimismo tienen mejor salud, viven más y con bienestar.
Somos libres para elegir descubrir lo mejor o peor de cada persona y de convertirnos en “pura vitamina” o en “negro veneno”. Sepamos descubrir alrededor a las “personas vitamina” que nos rodean, esforzándonos por ver a los demás como regalos divinos.
Columna de Opinión, La prensa Gráfica, 7 de septiembre de 2025

