Una reflexión interesante es si deberíamos poner atención a lo que la gente dice o rumorea acerca de nosotros. De aquí el título de la columna, para compartir ideas acerca de cómo cuidar los cimientos verdaderos detrás de la fama y el buen nombre de la marca personal/profesional, como ventajas competitivas a la hora de negociar. Contar con estas herramientas de prestigio permite alcanzar las metas, ya sea al invitar a alguien en términos románticos o sencillamente para generar buenas expectativas sobre un proyecto con solo mencionar que nosotros estamos a cargo.
Efectivamente, en la era de la exposición mediática y la búsqueda constante de visibilidad, el buen nombre, la fama y el prestigio parecen haberse convertido en referentes de éxito y aspiración profesional. Sin embargo, detrás de estas nociones late un trasfondo antropológico que, lejos de reducirse al aplauso superficial, invita a pensar en las raíces del respeto y la dignidad que sostienen verdaderamente la imagen y el reconocimiento de una persona. Para el filósofo Leonardo Polo, la dignidad es inherente a la persona y no depende de los méritos, la fama ni los logros adquiridos. La dignidad humana es un valor absoluto, porque radica en el ser mismo, en la apertura trascendental de cada individuo hacia el bien, la verdad y la vida (1).
Sin embargo, ¿qué distingue un prestigio auténtico de la celebridad efímera? ¿Dónde radica el fundamento de ese respeto que se convierte en dignidad? Tomemos por ejemplo el caso de cuando hemos visitado un establecimiento de negocios para comprar algo y los colaboradores o encargados del lugar no dan la bienvenida ni demuestran interés en proveer un servicio de calidad. Ocurre entonces que, debido a esta conducta poco amable y de escasa sinceridad que se recibe, la gente en general se retira y busca otro establecimiento adonde los empleados sí se comportan respetuosamente como embajadores de la marca o nombre del establecimiento a través de un buen servicio al cliente. El reconocimiento social, cuando se basa en la dignidad, se convierte en respeto auténtico. No es solo admiración por el éxito externo, sino valoración profunda de la persona en cuanto ser abierto, capaz de donarse y de contribuir a la sociedad. La fama y el prestigio auténticos se construyen sobre la base de la dignidad, y por eso trascienden el mero impacto mediático para enraizarse en la ética y la verdad.
En el ámbito de la marca personal, la fama suele asociarse con el reconocimiento público, mientras que el prestigio implica una valoración social más profunda, ligada al respeto ganado por la trayectoria y los valores de una persona. En este sentido, la Antropología Trascendental de Don Leonardo Polo ofrece una vía luminosa para comprender que la fama y el prestigio, en su mejor versión, son manifestaciones de una dignidad que trasciende las circunstancias y conecta con la esencia humana. Explica el profesor Polo que el ser humano es el único ser del universo que sabe de sí mismo; que es coexistente con sus iguales; que tiene intimidad, capaz de dar de sí mismo una riqueza de característica única que no tiene límite, y que él llama tener un “además”, que significa intimidad, “un abrirse íntimamente a ser sobrando constantemente siempre… acompañar, es el ser-con, la coexistencia… la intimidad un puro sobrar que se abre hacia dentro… Intimidad significa dar, es el ser como don… Si hubiera que dar de otra manera me quedaría sin nada… Nadie da si no es un dar, si no es intimidad” (2)
Estos principios anteriores los aplico en mi trabajo de asesoría de marca personal e imagen profesional al acompañar a mis clientes en el proceso de construir y proyectar su identidad pública. El reto es evitar los peligros de la superficialidad y la instrumentalización de la imagen. Estudiar las doctrinas de Don Leonardo me anima a evitar que la reinvención de la imagen exterior eclipse la belleza original de la realidad personal de cada uno, ya que es quien le da sentido a los gestos humanos (vestuario, colores, palabras, accesorios, maquillaje, miradas, saludos, etc.), porque la imagen, como representación externa, es siempre limitada frente a la riqueza interior de la persona. La verdadera imagen profesional es la que refleja la autenticidad y la apertura al otro; no la que oculta, sino la que revela. (3)
[1] Polo, L. «El acceso al ser», 1964.
[2] https://www.leonardopolo.net/la-antropologia-trascendental-de-leonardo-polo/ . DEL LIBRO: Quién es el hombre: un espíritu en el mundo, Leonardo Polo, Rialp, 1991 – 258 páginas (Enlace)
[3] Polo, L. «Antropología Trascendental», 1999.
Columna de Oinión, La prensa gráfica, 31 de agosto de 2025

