Decía el escritor Oscar Wilde que, en el arte como en el amor, es la ternura (o amabilidad) lo que da la fuerza. Mahatma Gandhi apuntaba en la misma dirección cuando decía que un cobarde es incapaz de mostrar amor. Y así es: paradójicamente, la ternura no es blanda, sino fuerte, firme y audaz, porque se muestra sin barreras, sin miedo. Es más, no sólo la ternura puede leerse como un acto de coraje, sino también de voluntad para mantener y reforzar el vínculo de una relación. La ternura hace fuerte el amor y enciende la chispa de la alegría en la adversidad. Gracias a ella, toda relación deviene más profunda y duradera porque su expresión no es más que un síntoma del deseo de que el otro esté bien… La ternura implica, por tanto, confianza y seguridad en uno mismo. Sin ella no hay entrega. Y lo más paradójico es que su expresión no es ostentosa, ya que se manifiesta en pequeños detalles: la escucha atenta, el gesto amable, la demostración de interés por el otro, sin contrapartidas… Sin ella, la relación de pareja está condenada al fracaso porque su ausencia genera aburrimiento, rutina, apatía, distancia y egoísmo. [1]
La amabilidad viene precedida de un profundo convencimiento de la dignidad de cada persona, sea quien sea. Y en la misma línea, a esta cualidad (o llamada “soft skill”) de la amabilidad también le precede la empatía. Esta “habilidad blanda” de ser empático es considerada por el profesor de la U. de Harvard, Adam Waytz, una habilidad blanda que “está de moda prácticamente en todas partes, no solo dentro de la ingeniería y los equipos de desarrollo de producto, sino que se encuentra en el corazón del ‘Design Thinking’ (Pensamiento Diseñador) y en el de la innovación entendida de forma general. La empatía también es destacada como una capacidad fundamental de liderazgo, una que ayuda a influir sobre los demás miembros de una organización, adelantarse a las preocupaciones de los accionistas, interactuar con los seguidores de redes sociales e incluso celebrar mejores reuniones”.
Enojarse es lo opuesto a la empatía y la ternura porque la ira y la dureza hacen traspasar los límites de lo que es justo y razonable, de lo que es proporcionado a las circunstancias de las personas, del tiempo y del lugar. Nadie gusta de trabajar con un(a) amargado(a). Cuando una persona es rígida en sus actitudes, pierde la capacidad de influir efectivamente. La severidad turba y oprime a los demás. Sin embargo, enfadarse no tiene por qué ser malo si se aprende a hacerlo con equilibrio. Según Tomás de Aquino, lo correcto es buscar enfadarse con la persona adecuada, en el grado adecuado, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto. Y esto, verdaderamente, ya no resulta tan sencillo. Se necesita tener inteligencia emocional, es decir, empatía y alto grado de autocontrol (la voluntad educada).
Hoy más que nunca las familias y las organizaciones necesitan líderes amables, empáticos, serenos, flexibles y con un corazón lleno de ternura (compasión).
Reinventar nuestra imagen para lograr una marca personal amable que deje una huella inolvidable exige que luchemos por volvernos la mejor versión de nosotros mismos y dar calidad en el trabajo más allá del estándar usual, porque no estamos en una época de cambios sino en un cambio de época en que los clientes, usuarios o pacientes e invitados esperan que los sorprendan con innovador valor agregado y una experiencia inolvidable que deje huella a todo nivel: sensorial, intelectual y espiritual, fundamentado en la originalidad en el servicio. “Para lograrlo se requiere redescubrir los talentos propios, que son únicos e irrepetibles, para realizar el trabajo de una manera inigualable, que genere confianza en los demás”. (“Tres claves para proyectar confianza en sí mismos”)
Una marca o branding personal que proyecte el poder de la amabilidad resulta atractiva en cualquier lugar y con toda persona, dando como resultado una magnífica y duradera buena primera impresión al entrar a una habitación o al dirigir un proyecto en el ámbito laboral. Reinventar una imagen amable implica conocer quién se es, cómo se es percibido, cuáles son los propios talentos, habilidades y valores; y significa tener la confianza para vivir plenamente conforme a su original e irrepetible valor esencial.
[1] https://elpais.com/diario/2006/03/19/eps/1142753227_850215.html
Columna de Opinión, La prensa Gráfica, 18 de mayo de 2025

