¿Qué significa el «positivismo tóxico» en un líder?

El «positivismo tóxico» puede afectar la marca personal y la credibilidad en un líder al promover una imagen y actitud superficial de constante felicidad y éxito, de tal forma que puede generar una presión descomunal por mantener esas apariencias en todo momento. En el largo plazo, esto puede llevar a un dirigente, o a un jefe de familia o a un guía espiritual a una falta de autenticidad y conexión real con otros, lo que a su vez puede perjudicar la percepción de su marca personal y profesional obstaculizando la construcción de relaciones interpersonales más genuinas y satisfactorias. La «positividad tóxica» es contraria a la «positividad realista».

El «positivismo tóxico» es un término que se refiere a una forma de pensamiento que enfatiza ser positivo de manera excesiva o poco realista, a menudo ignorando o minimizando las emociones y experiencias negativas, propias o ajenas. Se caracteriza por una presión social para mantener una actitud constantemente optimista, incluso en situaciones donde es natural experimentar emociones negativas, como el dolor, la tristeza o la frustración.

Ayudar a un líder que exhibe comportamientos de «positividad tóxica» puede ser desafiante pero importante. Primero, es crucial comunicar de manera empática tus preocupaciones sobre cómo su comportamiento está afectando al equipo. Luego, sugiere alternativas positivas que fomenten un entorno de trabajo saludable y constructivo, como la apertura a la crítica constructiva, la promoción de la autenticidad y el equilibrio entre la positividad y el realismo. También puedes ofrecer apoyo adicional, como recursos de desarrollo personal o coaching, si el líder está abierto a recibir ayuda.

¿Qué dicen los grandes pensadores griegos sobre tener una mirada optimista?

Los grandes filósofos de la Antigüedad tenían perspectivas diversas sobre el optimismo. Aristóteles, por ejemplo, en su obra «Ética a Nicómaco», habla sobre la idea de la «eudaimonía», que se traduce a menudo como «felicidad» o «bienestar humano completo». Para Aristóteles, la «eudaimonía» no se alcanza a través de la búsqueda del placer o la gratificación instantánea, sino a través de la práctica de la virtud y el desarrollo de hábitos éticos. Esto implica encontrar un equilibrio en la vida y cultivar la excelencia moral e intelectual. Sin embargo, Aristóteles no promueve un optimismo ingenuo o irreal. Reconoce la existencia de dificultades y desafíos en la vida, pero enfatiza la importancia de enfrentarlos con sabiduría y virtud para alcanzar la eudaimonía. Otros pensadores griegos, como los estoicos, también ofrecieron perspectivas sobre el optimismo, centrándose en la idea de que la felicidad se encuentra dentro de uno mismo, a través del control de las emociones y la aceptación serena de las circunstancias externas.

Así mismo, Leonardo Polo, filósofo español contemporáneo, abordó el tema del optimismo desde una perspectiva centrada en la antropología filosófica y la ética personal. El profesor Polo argumentaba que el optimismo genuino no debe confundirse con una actitud superficial de positividad sin fundamentos razonables. Entre sus ideas, Polo abogaba por un enfoque realista y equilibrado que reconoce tanto las dificultades inherentes a la condición humana como las de sus posibilidades de crecimiento y realización personal. Para don Leonardo, el optimismo auténtico implica una visión integral del ser humano que reconoce potencial humano personal para la superación y la trascendencia, pero también sus limitaciones y vulnerabilidades. Desde esta perspectiva, el optimismo no es simplemente una actitud superficial o una negación de la realidad, sino una disposición profunda a enfrentar los desafíos de la vida con esperanza y determinación, basada en una comprensión realista de la naturaleza humana y sus posibilidades. (Más sobre el tema: Leonardo Polo 27.VIII.199, https://www.leonardopolo.net/el-optimismo-ante-la-vida/).

Líderes espirituales como el Mahatma Gandhi y San Juan Pablo II compartían perspectivas sobre el optimismo arraigadas en sus respectivas tradiciones espirituales y filosóficas. Gandhi abogaba por una actitud de optimismo basada en la fe en la verdad y la no violencia. Creía en la capacidad del individuo para enfrentar los desafíos con valentía y determinación, y promovía la idea de que incluso en medio de la adversidad, la verdad y la justicia prevalecerían. Su filosofía de «Satyagraha» (la fuerza de la verdad) reflejaba su creencia en el poder transformador de esta y la resistencia pacífica. El Papa San Juan Pablo II, quien fue Pontífice de la Iglesia Católica, promovía una visión optimista del mundo basada en la fe en el Amor Divino y la Redención, alentando a las personas a enfrentar los desafíos con coraje y esperanza en la gracia de Dios. Para San Josemaría Escrivá, fundador del Opus Dei, el verdadero optimismo no consiste en negar la realidad de las dificultades o en ignorar los problemas, sino en afrontarlos con esperanza y confianza en Dios, sabiendo que Él nos ayuda a superar los obstáculos y a encontrar sentido incluso en medio de las pruebas. (Más textos sobre el tema: El optimismo cristiano).

Columna de Opinión, La Prensa Gráfica, 3 de marzo de 2024

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