¿Propósito de la vida?

La muerte violenta de un líder conservador en EE. UU. a manos de un hombre de 21 años ha conmocionado la opinión pública global porque el joven asesinado era padre de niños pequeños y amado esposo de una mujer con quien compartía una sola misión: hablar a los universitarios sobre los fundamentos de la cultura occidental y sus pilares tomados de la tradición grecorromana y judeocristiana, confiados ambos en que estaba protegida su libertad de expresión en el país más democrático del mundo.

Hasta que no salió la noticia, nunca había escuchado hablar de sus actividades, pero en dos días me enteré de que su misión y propósito de vida, según su conciencia, consistían en ser vocero de los valores de la familia, de la democracia liberal (bien entendida) y del valor infinito de cada persona. Al leer sobre él y su esposa, llegué a admirar su generoso corazón en favor de los ciudadanos silenciados por la simple razón de ser etiquetados por quienes creen en los valores progresistas reunidos en la cultura WOKE.

Pienso que el trágico asesinato podría ser una oportunidad para arrinconar a la minoría que responde a quienes piensan distinto con violencia, en vez de aprender a debatir con racionalidad y argumentos, para aprender unos de otros la parte de verdad que nos une y que se encuentra en el fondo de cada tesis e idea. “Ni tu verdad ni mi verdad, sino que vamos juntos a buscar la verdad”, aconsejaba San Agustín. Este momento es para darnos cuenta de que el destino, la suerte o el karma (o la Providencia Divina, para quienes somos creyentes) nos ha puesto en la ocasión, por esta noticia, para que cada uno tenga la posibilidad de revisar si personalmente hacemos el esfuerzo por cuidar que lo que decimos y hacemos no siembre odio, sino que contribuya a fortalecer una opinión pública de respeto y de búsqueda del bien común, ya sea como ciudadanos o desde un puesto de autoridad y, por lo tanto, de poder, para hacer transformaciones en el entorno, con el propósito de liderar sirviendo a los demás, fortaleciendo la confianza social y propiciando oportunidades para crecer y desarrollarse.

¿Cómo se manda de tal manera que se ejerza un liderazgo con propósito? “Conviene advertir que la sociedad entera está llena de formas de ejercer la autoridad, desde las grandes hasta las pequeñas, desde el presidente de una gran compañía hasta una bibliotecaria… La diferencia de situaciones y la limitación humana de recursos, conocimientos y capacidades, siempre presente, funda el hecho de que de modo espontáneo y natural se dé la inferioridad y superioridad de unos frente a otros. Estas superioridades nunca son absolutas, sino relativas y, por tanto, adquiridas: del mismo modo que aparecen, se extinguen con el paso del tiempo. Cuando la superioridad de uno frente al otro, nunca total, sino siempre referida a un aspecto o bien concreto, lleva a que uno disponga de la libertad del otro, en orden a compartir el bien de que se trate, aparece la autoridad, que es, por tanto, un llegar a disponer de otras libertades en orden a un bien. Pero disponer es ordenar al fin; luego, la autoridad es la instancia que dirige a los hombres hacia los bienes que constituyen su fin… La autoridad nadie la tiene por nacimiento; por tanto, nunca es natural, sino adquirida; se llega a ella, no se nace con ella. Ninguna persona puede apropiársela: solamente puede recibirla cuando otros se la otorgan, puesto que con ella le otorgan su propia libertad, como hacen los esposos al entregarse recíprocamente sus personas. No hay nada que dignifique más que ser una autoridad justa, y nada que le degrade más, a él (ella) y a los otros, que ser una autoridad injusta, puesto que la libertad de otro es un bien superior a cualquiera que una persona pueda obtener por sí misma”. [1]

[1] Ricardo Yepes Stork, autor del libro, “Fundamentos de Antropología. Un ideal de la excelencia humana”. https://www.unav.edu/publicaciones/revistas/index.php/scripta-theologica/article/view/10768

Columna de opinión, La prensa Gráfica, 14 de septiembre de 2025

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