Hace 55 años Neil Armstrong llegó a la Luna en la fecha día 20 de julio de 1969, cuando el Apolo 11 alunizó en la superficie. Él fue la primera persona en caminar sobre ese satélite de la Tierra, cuya imagen de ese momento caminando reflejaba tanto con sus gestos como por las palabras las emociones que sintieron las más de 500 millones de observadores que lo vieron en la televisión proclamando: “Este es un pequeño paso para el hombre, un gran salto para la humanidad” mientras bajaba la escalera del vehículo lunar «Eagle» de la misión.
¿Cómo se dirige y hace posible un proyecto de tal envergadura? ¿Qué actitudes y gestos se requieren para comunicar don de mando al mismo tiempo que se transmite confianza y seguridad al equipo encargado de realizar una hazaña jamás emprendida por ningún ser humano antes, y que no será la última tampoco? En especial ahora que estamos en la ERA DE LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL, parece interesante aprender del estilo de liderazgo de Neil Armstrong porque transmite un talante serenamente poderoso tanto en su trayectoria vital desde la NASA así como por su actuación durante su brillante historial militar que incluye 78 misiones de combate como piloto naval en Corea, dejando un gran legado antes de fallecer a los 82 años en el 2012. A continuación, les relato una anécdota que explica por sí sola esta impresión que tengo de él.
En algún momento de su vida se cuenta que Neil visitó Jerusalén recién terminada su exitosa misión lunar, para lo cual se hizo acompañar de Thomas Friedman, un profesor experto en arqueología bíblica que le hizo de guía por la ciudad para que lo llevase a un lugar donde se pudiese tener la certeza de que allí había caminado Jesucristo. El experto académico -una de sus alumnas ha relatado la historia más de una vez (Ora Shlesinger)-llevó a Armstrong a los restos que aún se conservan de las escaleras del templo construido por Herodes el Grande en la Ciudad Santa. «Estos peldaños constituían la principal entrada al templo», le dijo: «No hay duda de que Jesús subió por ellos». Armstrong se concentró entonces profundamente y rezó durante un rato. Al terminar, se volvió a Friedman y, emocionado, le dijo: «Para mí significa más haber pisado estas escaleras que haber pisado la Luna» (Enlace). Su misión, el Apolo 11, fue considerada una victoria estadounidense en la Guerra Fría y en la carrera espacial posterior, al cumplir con el objetivo del presidente John F. Kennedy de “aterrizar a un hombre en la Luna y devolverlo de manera segura” antes del final de la década.
Por otro lado, la imagen de líder de Armstrong estaba acompañada de las acciones concretas que llevan a ejercitar el mando o autoridad sin tener que usar el poder, porque transmite con su ejemplo la conducta que desea en los integrantes del equipo. La estrategia de la NASA, resumida por expertos del centro de liderazgo COVEY Latinoamérica, que llevó a cabo Armstrong, constaba de dos pasos y cinco actitudes. El primer paso fue establecer una meta que explique claramente el qué, cómo y cuándo, tal como lo hizo el presidente Kennedy en 1962, con fecha de consecución; es decir, llegar antes que terminara el año 1970: “Llevar y traer de regreso a un hombre a la Luna, sano y salvo, antes que se acabe la década”. Efectivamente, el primer ser humano llegó a la Luna en ese tiempo fijado. Segundo paso: establecer tres objetivos con tres acciones cada uno.
En cuanto a las cinco actitudes que se pueden encontrar en el carácter de Armstrong con solo investigar su trayectoria profesional, y que le proveyeron la necesaria armadura y espada para cumplir con esa meta de llegar a la Luna, son: Prudencia, Justicia, Templanza, Fortaleza y Resiliencia, pudiendo impactar a su equipo a través de un liderazgo confiadamente humilde.
Columna de Opinión, La prensa Gráfica, 17 de agosto de 2025

