Próximamente se tendrá la ocasión de disfrutar una mayor convivencia con los seres queridos y las amistades debido a la pausa laboral en conmemoración de la Semana Santa, llevando a que millones de familias alrededor del mundo tengan la posibilidad de crecer en habilidades sociales y de comunicación para desarrollar la mejor o peor versión de nosotros mismos.
Nunca como antes las aptitudes para tener relaciones interpersonales satisfactorias (en los tres ámbitos de desempeño humano: vida, trabajo y familia) han sido mejor entendidas como el predictor de felicidad y éxito. Desde el año 2019 se hablaba de la importancia de la influencia social (entendida como inteligencia emocional, IQ) como una de las competencias que predicen si un profesional alcanzará sus metas o no (World Economic Forum, WEF, por sus siglas en inglés).
Hoy, en el año 2025, según los datos recogidos por LinkedIn, también se apunta a que la inteligencia emocional e IQ, sigue estando entre las 10 más importantes actitudes para navegar la incertidumbre y transición en la época de la inteligencia artificial, además de las cualidades de la resiliencia, flexibilidad y agilidad, junto a ocho más: pensamiento analítico e innovación, creatividad y originalidad, competencia tecnológica, inteligencia artificial y machine learning, análisis de datos, liderazgo e influencia social, aprendizaje activo y continuo, pensamiento crítico y resolución de problemas complejos.
Durante el descanso, para algunas familias será el momento para cuidar a los abuelos o a los enfermos crónicos que viven en el hogar. Para otras será apoyar a los hijos de quienes han emigrado o que están solos. Otras experimentarán penurias económicas y poca posibilidad de gastar en viajes. Otras tendrán un duelo por la pérdida de un ser querido. Para otras familias será una prueba de separación por tener un familiar preso o en el exilio. Todas estas circunstancias difíciles adquieren nueva luz si se ponen bajo el resplandor de la solidaridad. Son oportunidades para crecer personalmente, para salir de la egolatría y disfrutar también con la compañía del que sufre.
Otras podrían plantearse la vacación para experimentar el ocio productivo familiar, es decir, aprender a descubrir la alegría de poder dedicarnos tiempo a escuchar a los demás con paciencia, a gozar de las cosas sencillas como prolongar los paseos culturales y espirituales tratando de descubrir y recordar la piedad de nuestros ancestros hacia los Oficios en honor al Triduo Pascual de Jesús, reviviendo su amor al redimirnos. Las personas funcionamos en el máximo esplendor solamente cuando nos sentimos amadas incuestionablemente, y en esta época recordamos que el Salvador del Mundo nos amó desde antes de la creación del universo.
Consecuentemente, se podría aprovechar cualquier circunstancia para fortalecer o educar en familia la formación de esta competencia social y de comunicación, a través de practicar las reglas de etiqueta social, que en el fondo son actitudes fundamentadas en los valores de convivencia, tales como persuasión, creatividad, colaboración, manejo del tiempo, manejo de equipos, respeto, amabilidad, paciencia, orden, liderazgo en el servicio, flexibilidad, generosidad en platicar con los ancianos, adolescentes y vecinos inoportunos… Es deseable que nuestros familiares sepan ser buenos anfitriones y agradables invitados adonde sea que se encuentren, ya que todos queremos que nos vuelvan a invitar las próximas vacaciones, porque hemos dejado una agradable estela con nuestra marca personal y hemos hecho sentirse apreciados a quien se cruzó en nuestro camino. Cada suceso familiar de descanso se puede convertir en un “aula de humanidad”, es decir, en espacios para servir a los demás con amabilidad y cariño, que es otra manera de definir la inteligencia emocional que nos permita tener y dar la mejor versión personal.
Columna de Opinión, La Prensa Gráfica, 13 de abril de 2025

