Propósitos sencillos que transforman: Sonreír y comer en familia

Me contaba mi sobrina que fue a comer con la familia que está conformada por la hijita de 6 meses y su esposo. Estando en su restaurante favorito, en una zona residencial en Pittsburgh, USA, se encontraron con unas personas mayores que también disfrutaban su cena, cuando la niña, mi sobrina nieta Mia, les comenzó a sonreír. Así pasaron intercambiándose miradas y sonrisas el matrimonio de ancianos con la bebita durante la mayor parte de la noche, hasta que la pareja se retiró del salón. Cuando mis sobrinos pidieron la cuenta, se encontraron con la noticia de que los señores amablemente habían pagado por ellos y dejado el mensaje de que gracias a la niña pasaron una velada feliz. La historia me conmovió porque realmente es un ejemplo del impacto transformador que tiene una sonrisa brindada desde un corazón inocente, en un entorno sencillo como el de una comida familiar.
Solo el hecho de reunirse a comer en familia ya es una gran oportunidad de crecer en valores humanos dentro de los hogares para lograr familias más sólidas y crecimiento sostenible. Por ejemplo, María Sophia Aguirre, Doctora en Economía y Profesora, comenta sobre las consecuencias positivas o negativas para la producción de riqueza económica y el capital social según qué tan sensata sea la asignación del tiempo dedicado a la familia y al descanso dentro de una sociedad (Mincer y Becker¹).
Con relación al tiempo dedicado a comer frecuentemente en familia, de ser posible todos los días, Aguirre indica que los adolescentes y niños(as) son los más beneficiados por una formación integral. Expertos advierten que cenar en familia fortalece las relaciones interpersonales porque motiva a los hijos(as) en un 41% a querer platicar más con los papás sobre sus problemas y lo que les preocupa. Que cenar seguido apuntala en un 43% el desarrollo del carácter de los jóvenes. En contraste, las discrepancias entre los miembros familiares aumentan en 2.7 veces en aquellas que comen pocas veces o nada. Según la Profesora Aguirre, estos datos indican que cenar frecuentemente en familia promueve que los padres se involucren con los niños(as) y, al hacerlo, se contribuye a la creación de capital social².
Al leer esta información me recuerdo del comentario que una directora de una empresa gigante salvadoreña me hiciera, al decirme que ella desde siempre hizo el trato con su esposo e hijos (hoy universitarios) de cenar juntos todos los días a cualquier precio. ¡Una buena práctica de balance familia y trabajo y sentido común que ahora se sustenta con datos científicos!
Las empresas tienen aquí un papel sustancial, ya que pueden apoyar a sus empleados para que, dentro de lo razonable, se pueda ofrecer la oportunidad de ajustar sus horarios a las necesidades de balancear la vida familiar con el trabajo, desde un enfoque flexible y de responsabilidad social. Este balance familia-trabajo es, al final, un detonante garantizador de la competitividad y lealtad de los colaboradores, tan necesarias para brindar un servicio de calidad internacional.
La historia contada al inicio nos recuerda que son los padres y madres los principales protagonistas en la educación de la niñez y, por lo tanto, tienen un rol importantísimo e insustituible en formar las habilidades sociales y de comunicación (soft skills) que tanto piden en las empresas a las nuevas generaciones de profesionales y líderes sociales, el cual pueden multiplicar si se esfuerzan en conseguir elevar la frecuencia de las comidas familiares y de practicar entre sus miembros la mejor sonrisa salida desde el corazón.

IMPACTO ECONÓMICO FAMILIAR

Comer en familia previene la violencia

Columna de Opinión, La Prensa Gráfica, 12 de enero de 2025

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