Vínculo entre imagen personal, mente y acción profesión

Esta columna se inspira en las ideas de la doctora Amy Cuddy sobre la importancia del lenguaje no verbal para la buena comunicación interpersonal impartidas en su cátedra en la U. de Harvard como reconocida profesora de sociología. Ella acuñó la frase: “Tu cuerpo puede cambiar tu mente y tu mente puede cambiar tu comportamiento. Y tu comportamiento puede cambiar tu vida”. E invita a ser más conscientes del poder que se tiene de influir en la propia existencia a través de la conexión íntima entre cuatro áreas humanas: cuerpo, mente, comportamiento y vida. Conocer esta conexión facilita consolidar y proyectar una imagen profesional de confianza (“trust” en inglés), esta última considerada una habilidad social crucial para que los demás nos perciban como buenos líderes tanto por los seguidores como por los equipos de trabajo, los amigos, la familia y por el cónyuge e hijos, dignos de ser respetados y amados sinceramente.

Fundamentada en la relación mencionada en el párrafo anterior, la doctora Cuddy propone a mujeres y hombres tomarse un tiempo antes de una cita importante para practicar las famosas “poses poderosas” que ella ha investigado y descubierto que estimulan la producción de hormonas involucradas en los gestos que comunican seguridad en sí mismos, poder y autoridad, que, combinados con transmitir cordialidad (ser amables), se podría construir una mayor y duradera marca personal de confianza. “Imitar una postura poderosa, como ponerse de pie con las manos en las caderas, durante dos minutos, puede alterar los niveles hormonales y sentirse más poderoso… configurando el cerebro para hacer frente a esa situación de una manera mucho más satisfactoria”.

Siendo que la comunicación honesta de parte del líder es clave para construir confianza y considerando además que el uso del lenguaje corporal tiene un peso del 93 % para crear vínculos interpersonales de calidad [1], se llega a la conclusión que la coherencia de vida es la mejor manera de influir en el entorno, o, con otras palabras, la mejor manera de impactar a los demás es cuando coincide lo que se piensa, con lo que se dice y con lo que se hace.

Ya lo dijo antes el Dr. Jérôme Lejeun, médico pediatra, quien observó que el ojo humano es manifestación del interior personal: “Hay ojos brillantes y ojos sin brillo. ¿A qué se debe esa diferencia? Sencillamente, a cómo esté abierta la pupila: si la pupila está muy cerrada, los ojos tienen menos brillo y si está más abierta son chispeantes. Pero la pupila se abre más o menos, en condiciones no enteramente dependientes de la luz o la oscuridad ambiental, según la alegría del sujeto (parece que esto tiene que ver con conexiones del simpático y del parasimpático). Cuando una persona está alegre, le brillan los ojos; cuando no está alegre, su mirar es apagado…” [2] (Lejeun es un científico que descubrió la trisomía 21 como causa del síndrome de Down y se le considera padre de la genética moderna).

Efectivamente, el gesto corporal humano hace presente a la persona y “tiene que ver con la expresividad: fijémonos en el rostro humano. Si la cabeza fuera de otra manera (como la de un cuadrúpedo), entonces el hombre sería incapaz de pensar, tendría un cerebro distinto (su masa cerebral es mayor que la del animal) y carecería de rostro. Además, no podría hablar ni tampoco tendría manos. Todos estos caracteres no son causalmente coincidentes en el ser humano, sino que todos ellos mantienen una sistematicidad interna en virtud de la cual un factor no tiene sentido si no es en relación con otros… Si el hombre no pudiera hablar, si no pudiera emitir órdenes, las manos no servirían para nada: las manos son utilizables en la misma medida en que son ordenables; se actualizan a través de órdenes, de instrucciones. Y también al revés: sin las manos, el lenguaje no serviría para la vida práctica. Pero el hombre (la mujer) tiene manos y tiene lenguaje… porque es bípedo. El ser bípedo implica una modificación de la columna vertebral, de la forma de la cabeza, la aparición de la potencialidad de la mano; todo ello está unido. Al ser bípedo se le achata la cara, aparece el rostro, y con el rostro la expresividad: una vaca no es expresiva; ser expresivo es ser rostrado; en la expresividad intervienen los ojos, como observa Lejeune. Con los ojos el hombre puede expresar alegría, indiferencia. Esa expresión es inmediata, no lingüística, no se hace a través de la voz, pero puede unirse a ella”. [3].

[1] Convencer a otros sin abrir la boca – La Prensa Gráfica Polo, Leonardo. ANTROPOLOGÍA DE LA ACCIÓN DIRECTIVA. Capítulo I. La cuestión del método, UNIÓN EDITORIAL

[2] Polo, Leonardo. ANTROPOLOGÍA DE LA ACCIÓN DIRECTIVA. Capítulo I. La cuestión del método, UNIÓN EDITORIAL

[3] Polo, Leonardo. ANTROPOLOGÍA DE LA ACCIÓN DIRECTIVA. Capítulo I. La cuestión del método, UNIÓN EDITORIAL

Columna de Opinión, La Prensa Gráfica, 01 de septiembre de 2024

Deja un comentario