Comienzan las olimpiadas en París 2024 y el mundo entero ha puesto su mirada en los más de 10 mil atletas que participarán en más de 300 eventos atléticos. En esta gesta altamente competitiva cada joven atleta va a convertir las calles y los escenarios olímpicos en el escaparate ideal para representar la cultura, tradiciones y valores de su país de origen.
Efectivamente, los deportistas son conscientes de que su marca personal y sus acciones reflejan a sus anfitriones y a los millones de espectadores globales (presenciales o virtuales) que son los embajadores de la riqueza cultural de su gente. Ellos y ellas reconocen que su presencia hoy en la Ciudad Luz es parte importante de la fiesta por excelencia que celebra desde hace cientos de años la capacidad ilimitada del ser humano por llevar hasta a niveles impensables y límites inesperados la belleza detrás del espíritu olímpico, que busca mostrar el juego limpio en cada competencia entre los mejores.
Desde el punto de vista del valor socioeconómico que la marca país produce para cada nación en términos de turismo e inversión, el diseño de todo lo relacionado con la presencia visual de los competidores élite enviados se ha vuelto una de las cartas más importantes para impactar a las audiencias propias o a los futuros visitantes, posibles inversores, usuarios de servicios o simplemente para fortalecer la idea que cada habitante del planeta tiene de cada país al que quiere viajar.
Según datos de los organizadores, la edición olímpica que inicia pretende ser “la primera Ceremonia de Apertura de unos Juegos Olímpicos que se celebra fuera de un estadio… transformando la capital francesa en un estadio y un teatro, mientras que el tradicional desfile de los atletas se realiza en barcos por el Sena pasando por los lugares más emblemáticos de París…” [i].
Entre las historias originales contadas exitosamente a través del lenguaje no verbal está la del vestuario de los representantes de Mongolia, quienes me parece han sabido transmitir los valores delicados de su cultura en los uniformes de los atletas, en quienes se aprecia por la belleza del diseño, la calidad de acabados así como de los materiales elegidos y exquisitamente combinados.
Lo mismo han logrado los encargados de fortalecer la huella milenaria marca país parisina ya que entre las tareas de organizar los juegos estuvo vestir al equipo olímpico francés, la cual ha sido una “tarea colosal: 800 atletas con 120 artículos cada uno, incluyendo a aquellos que participan en los Juegos Olímpicos 2024, así como en los Juegos Paralímpicos… la gran mayoría productos fabricados en el país. El hombre encargado de esta formidable tarea es Stephane Ashpool, conocido por ser el diseñador detrás de la popular marca de streetwear Pigalle…” [ii].
Inspirada en las ideas de mi filósofo y maestro favorito, Leonardo Polo, me parece que cada uno tenemos un cuerpo y además somos seres corporales. Ciertamente, el ser humano es una criatura original e irrepetible, con un sitio privilegiado en el universo, donde está como “un espíritu en el tiempo”. Por eso pienso que cada ser humano es la criatura más digna salida de las manos de Dios en la creación [iii]. De allí que el performance de los campeones refleja las infinitas posibilidades humanas de crecimiento (si elegimos con libertad) y de desarrollar hábitos buenos como una manera de auto cuidado y de hacernos dueños de nosotros mismos y de nuestro cuerpo de una forma amorosa. El camino de auto liderarnos para luego liderar y servir a los demás es un camino hacia la excelencia como estilo de vida. Muestra que el cuerpo puede y debe reflejar que madura y se mejora en unidad o equilibrio con el alma y el espíritu, de tal manera que manifiesta el crecimiento del pensamiento cognitivo y el fortalecimiento de las virtudes de la voluntad porque se han integrado desde la intimidad personal hacia los niveles biológicos. Los atletas más victoriosos no serían los que ganan medallas de oro porque entrenaron bien por muchos años sino los que se volvieron más humanos en el proceso de tomar las decisiones y acciones deportivas que los llevaron hasta las olimpiadas.
Nos esperan muchas sorpresas a medida que vayamos siguiendo las categorías competitivas y por eso estoy segura de que podría platicar con cada amigo y amiga lector sobre los momentos que más les resonaron profundamente… Al ver la capacidad física, su estilo de juego, su personalidad al competir y su inteligencia emocional (o carencia) en cada atleta, independientemente de su origen, me parece que lo veremos como un reflejo de cómo ser y tener espíritu deportivo sano. Ya sea en vivo o frente a las pantallas, vivir las jornadas olímpicas será una experiencia única para conocer lo que significa ser persona humana y la riqueza diversa de mostrar la sabiduría humana (o carencia de esta) en las diferentes canchas en suelo francés. Será como un espejo de la capacidad de crecer y desarrollarse sin límite de cada uno, la cual puede ocurrir de manera infinita, independiente de la edad si descubrimos el sano valor y amor propio, más grande que el universo entero porque salió del Amor de Dios.
Columna de Opinión, La Prensa Gráfica, 28 de julio de 2024

