Cuidar del cuerpo nos conecta con el universo

Esta condición espiritual es lo que distingue esencialmente el cuerpo humano del animal. El hombre propiamente no tiene cuerpo, sino que es corpóreo: vive según el cuerpo, asumiéndolo libremente en un sentido u otro, lo cual, paradójicamente, le hace ser más corporal que cualquier animal.

Desde una perspectiva de la Antropología Trascendental el cuerpo humano es la dimensión visible e histórica de la persona. “Merced a él estamos presentes en el espacio y el tiempo, asistimos a nuestra historia y la de los demás y tomamos postura, literalmente, respecto de las cosas con que hacemos la vida. En el cuerpo la persona figura aconteciendo, pasando, actuando, aventurándose, exponiéndose; en una palabra, de forma dramática. Por todo ello el cuerpo es el eje de la moralidad…” [i]

La característica principal del cuerpo humano es que el alma espiritual actúa sin cesar a través de mi cuerpo, como el agua que rebosa de una fuente. “El cuerpo es lo perpetuamente rebasado, el lugar donde me anticipo a mí mismo para vivir hacia delante, más allá de este espacio y tiempo que me alojan; más que aquí vivo donde apuntan mis deseos e intenciones, donde está mi amor. Más que existir, el hombre co-existe. De tal forma que cualquier acción corporal implica en mí una opción ética ineludible: ofrecerme, encubrirme, comunicarme, envilecerme, sincerarme, presentarme, relacionarme, arriesgarme, protegerme, etcétera. Operaciones tan ordinarias como la higiene, la comida, los desplazamientos, el atavío, etcétera, me realizan en un sentido u otro; en ellas decido sobre mi persona; mi hacer revierte en mi ser; hacer algo es modelarme como alguien. No solo eso, sino que siempre es más lo que el cuerpo dice que lo que hace, pues dice mucho, aunque no haga nada. Y ello hasta el punto de que a veces mi actitud corporal contradice mis palabras, me delata, me desacredita; mi aspecto y conducta me traicionan; en definitiva, mi cuerpo me dice constantemente, a pesar de mí mismo…” [ii]. Solo mediante la integridad y la coherencia de vida consigo conciliar lo que soy con lo que parezco.

El cuerpo presenta una misteriosa ambigüedad cuyas raíces se encuentran en la unidad sustancial de sí mismo, a la misma vez que vela y revela a la persona. “Esta unidad la recibimos incoada, como una tarea, siempre por lograr, incierta, sometida al riesgo de la libertad. Mediante las virtudes (hábitos buenos), el individuo integra su cuerpo, lo vive según infinitos matices y calidades y lo hace revelación de su persona; faltando esa lucha, en cambio, el cuerpo se torna alienante, encubre a la persona, la disgrega en mil direcciones y la hurta a la convivencia. Según esté encendida o apagada la luz del espíritu, la pantalla del cuerpo transparenta a la persona o la esconde, incluso ante sí misma” [iii].

“El espíritu, en efecto, nos permite distanciarnos intencionalmente del cuerpo para superarnos en él y desde él. Importa notar este matiz ya que precisamente ser corpóreos en vez de tener cuerpo es lo que nos permite tener cosas, o sea dominar el mundo: solamente se pueden tener cosas si el cuerpo no es una de ellas. Pues si lo tratamos como una de ellas, no solo nos cosificamos nosotros, sino al mundo mismo, como sucede en la mentalidad utilitarista”. Olvidada nuestra índole personal, el mundo degenera en mero almacén de objetos disponibles, material manipulable y explotable, como acertadamente denuncia el movimiento cultural exigiendo el cuidado de la ecología y del universo.

Me parece entonces que el autocuidado y buscar la salud integral están interconectados con el cuidado del medio ambiente porque conllevan detrás el haber conseguido antes hábitos saludables y sostenibles que no solo mejoran la calidad de vida, sino que también contribuyen al bienestar del planeta. Prestar atención equilibrada del bienestar personal y del cuerpo pueden tener un impacto positivo en la preservación de la naturaleza por varias razones:

1. Aquellos que cuidan su alimentación suelen preferir alimentos frescos y naturales, lo que puede llevar a una reducción en el consumo de productos procesados y empaquetados, disminuyendo así los residuos plásticos y otros desechos, lo que les hace tomar con mayor conciencia y responsabilidad las pequeñas decisiones diarias. Ocurre la reducción de desperdicios.

2. Aparece el consciente: El autocuidado a menudo implica ser selectivo con los productos que se utilizan, prefiriendo opciones más naturales y orgánicas. Esto puede extenderse a otros ámbitos de la vida, como la elección de productos de limpieza y cuidado personal ecológicos.

3. Aumenta la energía y motivación: Un cuerpo saludable proporciona estas dos actitudes que se traducen luego en actividades de voluntariado ambiental, reciclaje y la educación en sostenibilidad.

4. Mejor y mayor apreciación de la naturaleza a través de actividades al aire libre.

Fuentes: (Pablo Prieto, Almudi.org Intencionalidad del cuerpo…). Intencionalidad del cuerpo. Cuerpo, diálogo y figura. Humanización del cuerpo: gesto, compostura, arte. Cuerpo humano como don [i][ii][iii]

Columna de Opinión, La Prensa Gráfica, 21 de julio de 2024

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