Líder amable no equivale a ser jefe blando

La amabilidad es una característica relacionada con haber desarrollado una inteligencia emocional que la hace ser altamente valorada al momento de elegir a los líderes de los que se requiere ejercer una gestión más efectiva y humana de los equipos híbridos en las actuales organizaciones empresariales. El rasgo personal amable en el perfil de los dirigentes de cualquier organización será fundamental para quien busca ejercer el mando sobre personas provenientes de diversas culturas, países, edades y con mayor presencia de mujeres talentosas a las que hay que atraer, mantener y promover hacia puestos directivos.

La amabilidad, me parece, se relaciona mucho con tener un talante sereno que muestre al líder como un individuo que es capaz de “mantener un temple sosegado y ecuánime, sin caer ni en la inquietud ni en la zozobra. Está muy relacionada con la paciencia y ambas con la fortaleza, virtud que ayuda a enfrentarse con las dificultades y a superarlas… Hay personas que son por temperamento sosegadas y tranquilas, incluso apáticas. Otras son nerviosas, con tendencia al perfeccionismo y a la agitación.

En cambio, un “sujeto buenote” (de quien se dice que es “buena gente” porque trata de “llevar la fiesta en paz”) pretende quedar bien con todos porque no sabe cuál es su meta transcendental para poder desarrollar una equilibrada inteligencia emocional. Las personas que tienen claro quiénes son y cuál es su propósito en la vida pueden alinear su inteligencia y su corazón para dirigir con valentía sin dejar de respetar y tratar con amabilidad con quienes trabaja. Persevera en el trato amable diario hasta lograr las metas del equipo.

Entendida como actitud moral, líder amable presupone la capacidad de dominar y educar el propio carácter a fin de adoptar en todo momento una actitud equilibrada (inteligencia emocional). Los expertos discuten si la serenidad (que incluye la amabilidad) es una virtud, o más bien el fruto o resultado de un conjunto de virtudes o actitudes: la fortaleza, la paciencia, el orden, la confianza en los demás, la capacidad de reflexionar sobre la experiencia ya adquirida, etcétera. (Salvador Canals). [1]

Para formar las habilidades de análisis y toma de decisiones, se requiere ver en profundidad y con sentido de la perspectiva la realidad, sin olvidarse de los detalles y de las circunstancias, además de contar con el sosiego mental para entrever el conjunto. Sabe equilibrar para no perderse en insistir en detalles meticulosos que asfixien a los demás. Un líder sereno y amable no cae en la esclavitud de los nervios o víctima de la imaginación; necesita de la serenidad del corazón, para no verse consumido por la ansiedad ni por la angustia; y necesita de la serenidad en la acción para evitar inútiles derroches de fuerzas.

Un líder amable y sereno posee una mente serena que le da firmeza y pulso para el mando, para encontrar la palabra justa y oportuna que ilumina y consuela. El hombre o la mujer rígidos no son líderes amables ni serenos, porque su rigidez le hace traspasar los límites de lo que es justo y razonable, de lo que es proporcionado a las circunstancias de las personas, del tiempo y del lugar. La falta de amabilidad y serenidad de quien es rígido turba y oprime a los demás. El hombre o la mujer débil no puede ser líder amable y sereno tampoco, porque se cansa antes de llegar a la meta, y, con su debilidad, se perjudica a sí mismo y a los demás. El que es “buenote” (“buena gente”) no perturba ni oprime, pero tampoco gobierna, y su acción nunca será eficaz porque es víctima de la corriente y del deseo de no “perder cara”.

Quien actúa con amabilidad generalmente se motiva por compasión y auténtica preocupación por el prójimo. Ser amable equivale a ser menos egoísta y más generoso sin esperar nada a cambio. [2]. Un líder sereno, atemperado por la amabilidad, sabe que el tiempo, al pasar, deja cada cosa en su sitio: una pena que nos preocupó, un acontecimiento que nos alteró; permitiendo ver como un claroscuro el paso de la vida. Cuando a un líder le falta serenidad tiende a deformar la realidad; se ahoga en un vaso de agua y le afligen con su peso cosas que no deberían turbarlo.

[1] Salvador Canals, escritor, abogado y doctor en derecho mercantil. Carta 31-V-1954, n. 25: Canals, 1988, p. 106.

[2] Doctora Ash Nadkarni, psiquiatra asociada y directora de bienestar del Hospital Brigham and Women’s de Massachusetts.

Columna de Opinión, La Prensa Gráfica, 09 de junio de 2024

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