Atractivos desde la primera cita

El significado de atractivo, atractiva, según la RAE, Real Academia Española, tiene que ver con dos definiciones:

1. Adjetivo. “Que atrae o tiene fuerza para atraer, y es similar a atrayente, fascinante, interesante, sugerente. Sugestivo. Llamativo, atractriz”. De acuerdo con estas definiciones, su antónimo se relaciona con ser repelente o repulsivo.

2. Y otra definición, también un adjetivo, sería: “que gana o inclina la voluntad”. ¿Cómo lograrlo en una época en que las redes sociales nos pudieran presentar como ideal e inequívocamente exitosa lucir “sexi”? ¿Funciona en el trabajo y para que se tome en serio los proyectos que se presentan en reuniones o citas importantes? A nivel personal, ¿es adecuado presentarse “sensual” en la primera convocatoria con alguien de forma presencial o cara a cara?

¿Qué ha producido esta tendencia a verse “sexi” y a mostrar el cuerpo tan crudamente? Pienso que desde el marco de poner en valor o construir la marca personal y profesional, se podría revisar algunos conceptos clásicos como el de la elegancia, un valor rico y amplio que permite mostrar de la mejor manera la personalidad y autenticidad que cada cual tiene, permitiendo mejores resultados a la hora de elegir y consolidar una actitud y estilo de vestir propio para no caer en la trampa de lucir o actuar como “fashion victims” (víctimas de la moda).

La elegancia implica guarda de la intimidad o el yo más profundo que somos y tenemos (pudor). Se relaciona con afinar el buen gusto y lograr la armonía en los gestos (el lenguaje no verbal). Ser elegantes es cuidar lo que llega a nuestro cerebro, imaginación y memoria. Es elegir dejar de lado material tóxico que circula en las redes sociales para que la parte espiritual, la intimidad, no pierda el sentimiento de sana vergüenza para no mostrar lo que no debe ser expuesto de nuestro cuerpo, siendo que los gestos corporales elegantes son la expresión de la elegancia interior… La elegancia es un sentido de dignidad personal, de dominio y señorío sobre uno mismo. Su contrario es la vanidad irracional, el querer llamar la atención a toda costa. En la actualidad el sentido de la elegancia está de baja cuando vemos que en las redes (TikTok, YouTube, IG, etcétera) y los programas en formato “talk show” se ventilan la vida y los problemas privados que son propios de lugares íntimos, como la familia; o que necesitan circunstancias acogedoras, como el estar entre amigos, guías espirituales, consejeros profesionales o colegas cercanos. En este ambiente es fácil que también se descuide la intimidad del cuerpo, que se propague una moda exhibicionista que no protege la dignidad de las personas, en especial la de la mujer.

El buen gusto detrás de la elegancia interior y exterior es un modo de conocer las cosas. Un descubrir lo bello en todo, de lo que es adecuado en cada momento. “No se aplica solo a la naturaleza y al arte, sino a todo el ámbito de las costumbres, conveniencias, conductas y obras humanas… No es innato, sino que depende del cultivo espiritual de la educación y sensibilidad que cada uno haya adquirido. Las cosas de mal gusto no pueden ser de ninguna manera elegantes, sino más bien torpes y vergonzosas”. (Ricardo Yepes, filósofo).

La elegancia implica hacer distinción entre atraer, seducir y provocar. La seducción distrae la atención de quien mira para ver sólo el cuerpo del otro (a); la provocación es la apelación directa a lo más instintivo y carnal, que induce a ver en la persona una cosa que se usa y se tira. La elegancia en cambio se centra en la atracción, característica propia de la belleza; ser elegante es poder definir un estilo propio y auténtico, que dignifica a la persona y que no defrauda, en especial a la gente joven… El resultado será proyectar una imagen atractiva desde la primera cita.

Columna de Opinión, La Prensa Gráfica, 14 de abril de 2024

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