En medio de la algarabía por la visita de Messi y su equipo Inter Miami, en realidad la gente no pensó mucho cómo sería el resultado final del partido amistoso entre los jugadores visitantes y los locales. Lo que sí fue unánime es la iniciativa de los fanáticos del «Crack de oro» argentino corriendo de un lado a otro para poder verlo, aunque sea de lejos.
Efectivamente, el evento futbolístico nos dio la oportunidad de observar las diferentes reacciones de quienes se desempeñaron en el campo, ya sea los capitanes y entrenadores de ambos equipos, mostrando quienes tienen talante profesional. Y al ver los diferentes tipos de liderazgos en cada minuto del partido, me parece que se puede confirmar el peso que tiene la inteligencia emocional en el éxito o fracaso de las organizaciones, porque genera confianza entre los miembros de un club deportivo o una selección. (En este caso, cada equipo, independientemente de las oportunidades de gol que ocurrieron).
«La inteligencia emocional entendida como el adecuado conocimiento y gestión de las emociones dispara la eficacia del liderazgo. El líder tiene la tarea fundamental de despertar los sentimientos positivos de sus colaboradores: la inspiración, el entusiasmo, la motivación… Ese clima es el más propicio para que se desarrollen las personas y saquen lo mejor que llevan dentro: su talento» (José Ramón Suárez Rivas, coach y líder en Telefónica Andalucía, España, citando a Daniel Goleman).
La misma idea del peso de la buena gestión de las emociones se presentó recientemente en DAVOS 2024 (organizado por el Foro Económico Mundial, WEF), en que se dan cita todos los organismos internacionales y actores económicos globales, cuando se habló de preparar a los trabajadores del futuro desarrollando las «soft skills» (habilidades blandas), además de las «hard skills» (habilidades fuertes). De hecho, el lema del capítulo de este año es «Reconstruyendo la confianza», competencia que funciona para las relaciones de equipos de fútbol o en la de naciones o familias. Entre las cualidades o «soft skills» que se sugieren, además de la confianza, para avanzar en el crecimiento sostenible, según la WEF, son al menos 10 desde hace varios años:
1. Velocidad para aprender: constante auto capacitación y aprovechamiento de nuevos aprendizajes, en las tres áreas, intelectual, personal y profesional.
2. Negociación: la habilidad de buscar acuerdos.
3. Orientación de servicio: colocar a las personas y sus verdaderas necesidades al centro de la gestión de la experiencia del cliente.
4. Capacidad de juicio (decidir) para tomar buenas decisiones: elegir para saber decidir acciones que conduzcan a mayores ganancias del negocio, pero también que permitan una mejor calidad de vida a todos los stakeholders o públicos interesados (gente que se ve afectada por el giro del negocio, incluyendo el empleado y su familia).
5. Inteligencia emocional: educar para ser íntegros, ser ecuánimes y maduros en el trabajo en equipo.
6. Saber ejercer liderazgo para trabajar en equipo, repartiendo responsabilidades con justicia; y colaborar para alcanzar objetivos y metas.
7. Poder manejar a la gente: significa ser capaz de generar ambientes laborales agradables y motivantes; e impulsar el mejor desempeño de cada uno de los integrantes (siendo mentor y coach).
8. Ser creativos: establecer entornos que propicien y valoren la innovación para el crecimiento del negocio, con actitudes de buscar solucionar un problema o superar retos en el servicio o producto. Que establezca Misión y Visión reales.
9. Pensamiento crítico: analizar la realidad objetivamente para superar errores y mejorar.
10. Resolución de problemas complejos: es la competencia para detectar problemas, plantear soluciones y dar seguimiento a la implementación de estas.
Columna de Opinión, La Prensa Gráfica, 22 de enero de 2024

