El pasado 15 de septiembre hemos celebrado el cumpleaños de las Repúblicas que conforman Centroamérica, incluyendo a El Salvador.
Agradecidos con la herencia de nuestros antepasados que dieron su vida por la independencia de los colonizadores, las naciones centroamericanas optaron por la democracia como sistema de gobierno, el cual, aun con sus fallas, es el que mejor permite la participación de los habitantes. Pero para que la democracia sea auténtica debe contar con que los ciudadanos trabajen para que dentro del sistema de libertades se respete ante todo la dignidad humana, en orden a que sea el centro de la acción político-ciudadana para ordenar mejor el Bien Común, asegurando una correcta jerarquía de valores.
Algunas ideas para cuidar la democracia comienzan por contar con medios de comunicación independientes, ya sean tradicionales o en línea, ya que ambos ayudan a orientar la opinión pública con el importante papel de servir al bien común proporcionando información basada en la verdad, la libertad, la justicia y la solidaridad, manteniendo siempre la ética periodística.
Ya sean grupos de poder empresarial, autoridades gubernamentales o grupos de lobby, el fortalecimiento de una democracia sana requiere ejercitar la autoridad o influencia desde un marco de ética (idealmente acompañada de moralidad), asociado al orden jurídico legalmente constituido, pero al final respetando el sentido común o ley escrita en el corazón de cada persona desde que apareció el primer ser humano como tal en la Historia.
Además, se cuenta con otro documento que orienta el ejercicio del poder desde donde sea que esté. En los evangelios Jesús expresa su famosa frase «dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios». En algunos otros pasajes Jesús condena la opresión y el despotismo, pero nunca se opone directamente a las autoridades civiles de su tiempo. Los expertos teólogos afirman que «la famosa línea sobre el pago de impuestos al César rechaza los esfuerzos del poder temporal de convertirse en absoluto, pero también le concede el debido lugar. Jesús enseña que la autoridad humana, tentada por el deseo de dominar, encuentra su auténtico y completo significado cuando se ve la autoridad como una forma de servicio».
En las Sagradas Escrituras, San Pablo les recomienda a los primeros cristianos el pago de impuestos, las oraciones por los gobernantes, y la sumisión a la autoridad legítima. Pero así mismo, cuando la autoridad humana va más allá de los límites queridos por Dios, el libro del Apocalipsis tiene duras palabras para tal autoridad cuando se hace a sí misma un dios y demanda sumisión absoluta. Esto hace recordar que la mera obtención del consentimiento del pueblo no es suficiente para considerar justo el ejercicio de la autoridad: esta debe guiarse por la ley moral; debe reconocer y respetar los valores humanos y morales, que no pueden invalidarse por una mayoría de opinión o por presiones internacionales. Las leyes de cualquier tipo, ya sea de orden nacional o internacional, deben corresponderse con la dignidad de la persona humana y con la recta razón (sentido común). Cuando una ley es contraria a esta razón, es injusta, cesa de ser ley y se convierte en un acto de violencia.
Los llamados padres de las democracias europeas fueron grandes hombres de Estado cuando supieron respetar el origen cristiano de los valores que dieron origen a sus naciones, entre ellos, Robert Schuman, hoy camino de los altares. También hay cientos de empresarios que se inspiran en las escrituras para hacer exitosas sus empresas al tiempo que ayudan a construir el Bien Común con sus acciones solidarias con sus empleados, la comunidad y el cuidado del planeta, mostrando con ello ser cristianos valientes que luchan por vivir como tales, en el ámbito privado y en las relaciones con las autoridades gubernamentales.
Columna de Opinión, La Prensa Gráfica, 17 de septiembre de 2023

