¿Mandar o influir en los demás?

De un tiempo acá se le ha dado mucho realce a que para cambiar las cosas o una situación lo más importante es tener el poder de mandar. Si bien es cierto que es necesario el poder, este ha de estar acompañado de autoridad, es decir, de la capacidad de ejercer legítimamente la delegación que otros han transferido a quien abre el camino y decide cuáles son las maneras, recursos, estrategias y tiempos en que se llegará a las metas en orden a alcanzar los objetivos. El reto consiste en que se evite caer en creer que el poder solamente se basa en mandar y no escuchar, es decir, volverse autoritario bajo la excusa que es más eficiente. Esta manera de dirigir equipos o familias podría tener el peligro de caer en la trampa de la arrogancia (inflexibilidad, orgullo y prepotencia).

En cambio, existen evidencias y suficientes estudios académicos que señalan que el estilo de dirigencia que mejor funciona en momentos difíciles es aquel liderazgo que además de mandar logra influir. Esto es así porque quien da órdenes sin solicitar recomendaciones solo manda sobre cosas y situaciones. En cambio, quien busca influir además de tener autoridad y mandar logra impactar, además de la materia y escenarios, sobre personas durante mayor tiempo.

Siendo que estamos en un cambio de época a raíz de lo aprendido con el INTERNET DE LAS COSAS, la AI, y la llegada de la Cuarta Revolución Industrial, necesitamos reinventar la forma en que trabajamos y dirigimos en nuestras empresas u organizaciones, que, en mi opinión, consiste en inspirarse en el modelo de liderazgo transformacional. Esta forma de liderazgo además se convierte en un antídoto eficaz para que el líder visionario y carismático (transformacional) no caiga en la trampa del egocentrismo o narcisismo (definido como: «Persona que cuida en exceso de su aspecto físico o que tiene un alto concepto de sí misma», Real Academia Española).

De acuerdo con expertos en investigaciones de varias escuelas de negocios, «asumir el liderazgo trascendente no significa abandonar el liderazgo transformador. De hecho, y especialmente en tiempos de crisis, es necesario que el líder combine su visión y carisma personal con un fuerte sentido de misión. Esto exige un cierto grado de lucha contra el ego personal, una tendencia común en aquellos directivos que ocupan posiciones de liderazgo». Dr. Pablo Cardona, profesor de dirección de personas de IESE Business School.

Según el profesor Cardona, el ego del líder puede ser fuente de múltiples limitaciones… Por ejemplo, un líder concentrado en su ego tiende a interpretar como amenazas a su liderazgo lo que son propuestas de cambio para enfrentar la crisis, lo que genera frustración y falta de compromiso. También muestra una tendencia a confiar demasiado en sí mismo (y a desconfiar, por tanto, de su gente), lo que se traduce en una mayor centralización de las decisiones y una merma del trabajo en equipo. Especialmente en tiempos de crisis es necesario trascender el propio «yo», centrarse en la misión, poniéndola por encima de las opiniones y ambiciones personales y, a su vez, fomentar el liderazgo de los colaboradores, sin miedo a que esto pueda significar una pérdida de poder o de autoridad.

El liderazgo que busca influir puede ser flexible, incluyente y solidario, lo que le permite mayor capacidad para mantener el compromiso y la ilusión de los trabajadores o los miembros de la familia o amigos frente a todo tipo de retos. En especial se necesita este talante cuando vienen las crisis propias al cambiar o crecer frente a los nuevos retos. El líder flexible aprovecha los tiempos difíciles para reforzar su compromiso con la misión y visión de su organización o familia, consiguiendo fortalecer su marca personal, profesional y corporativa.

Columna de Opinión, La Prensa Gráfica, 3 de septiembre de 2023

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