En el marco del evento internacional que se lleva localmente encontramos noticias sobre las gestas deportivas de los representantes de cada país que han venido a competir. Estas actividades atléticas que muestran a los mejores deportistas me llevan a plantearme el espíritu deportivo que subyace en un líder con propósito versus un liderazgo vanidoso.
El liderazgo engreído lo padece aquel que no puede liderarse a sí mismo (porque no puede o no quiere), debido a la falta de inteligencia emocional. Efectivamente, un líder deportista que es engreído mantiene una actitud permanente de competitividad enfermiza frente a los que le rodean, siendo incapaz de ver «ojos bonitos en cara ajena», incapaz de felicitar a quien le superó en buena batalla. «Es necesario aclarar que el engreimiento es esencialmente competitivo (competitivo por su naturaleza misma), mientras que los demás vicios son competitivos solo por accidente. La vanidad no deriva del placer de poseer algo, sino solo de poseer algo más de lo que el vecino posee. La vanidad puede llevar a la altanería e introduce un elemento de falsedad tanto en la percepción de uno mismo, como en la percepción de los demás. Lleva a ver a los demás como rivales potenciales que ponen en peligro la propia excelencia… Desde el momento en que tenemos un ego, existe la posibilidad de poner a ese ego por encima de todo, de querer ser el centro… de querer, de hecho, ser Dios. Ese fue el pecado de Satán» (C. S. Lewis, famoso escritor inglés autor del libro «Los cuatro amores»).
El liderazgo lleno de vanidad, en realidad, no es más que una estimación desordenada de las cualidades y de talentos propios… la idea desmesurada y desordenada que nos hemos formado de nosotros mismos. Cultivamos voluntariamente y con una especie de interior circunspección este alto concepto de nuestro propio ser, y no admitimos ninguna sombra, por pequeña que sea, ni referencia alguna a otras personas y no soportamos ningún reproche o corrección. Atribuimos a nosotros mismos (olvidándonos por completo de Dios nuestro Señor) todo lo que somos y todo lo que valemos. Y al obrar así, excluimos a Dios y a los demás de nuestra vida: tan solo yo importo, dice obstinadamente el orgulloso, contemplándose complacido y meciéndose con presunción a sí mismo. Las personas que van por este camino no soportan que haya nadie superior a ellas. Esta es una posibilidad que no puede verificarse, ni siquiera en el mundo de las hipótesis. Los demás no pueden tener más función que la de exaltar a estas personas: deben estar por debajo de ellas, según Salvador Canals, en su libro Ascética meditada.
Por otro lado, el liderazgo con propósito comienza por reconocer con honestidad que para liderar a otros hay que liderarse primero a uno mismo. Es decir, que necesita tener buen manejo de la inteligencia emocional que le permite ser líder amable y sereno con una mente serena que le da firmeza y pulso para el mando, para encontrar la palabra justa y oportuna que ilumina y consuela. El hombre o la mujer rígidos no son líderes amables ni serenos, porque su rigidez le hace traspasar los límites de lo que es justo y razonable, de lo que es proporcionado a las circunstancias de las personas, del tiempo y del lugar. La falta de amabilidad y serenidad de quien es rígido turba y oprime a los demás. El hombre o la mujer débil no puede ser líder amable y sereno tampoco, porque se cansa antes de llegar a la meta, y, con su debilidad, se perjudica a sí mismo y a los demás. El débil no perturba ni oprime, pero tampoco gobierna, y su acción nunca será eficaz porque es víctima de la corriente.
Un líder que es bueno y se propone entregar ese don a los demás es capaz de permanecer sereno ante la presión alta de una situación competitiva, logrando atemperar su actitud a través de la amabilidad. El líder con propósito no pierde su buen humor ante las imperfecciones pequeñas ajenas, ya que sabe que el tiempo, al pasar, deja cada cosa en su sitio: una pena que preocupa, un acontecimiento que nos altera, permitiendo observar el claroscuro del paso de la vida. Cuando un líder carece de propósito podría llegar a deformar la realidad porque la quiere ver como desea y no tal como es; se ahoga en un vaso de agua y le afligen con su peso cosas que no deberían turbarlo.
¿Cómo se llega a ser líder con propósito? Con el auto conocimiento (es un reto grande que lleva toda la vida). Con el dominio del propio ser; el equilibrio de los juicios; la reflexión ponderada y serena; el cultivo de la propia inteligencia y el control de los nervios y de la imaginación. No un día ni otro, sino en una lucha exigente y firme consigo mismo, en perseverancia diaria, sin olvidar que la fe es un principio de serenidad y armonía. «La fe en Cristo es el verdadero sol del alma».
Con los XXIV Juegos Centroamericanos y del Caribe #SanSalvador2023 que se están llevando a cabo se puede tener la posibilidad de mirar para aprender a diferenciar los diferentes estilos de liderazgo a través de las actitudes y actuaciones de los deportistas, el poder de cambiar las cosas para mejor. Con su ejemplo, ellos y ellas pueden enseñarnos a cultivar una nueva forma de ser: un liderazgo con propósito que proyecta una marca personal amable y serena.
Columna de Opinión, La Prensa Gráfica, 2 de julio de 2023

